lunes, 29 de diciembre de 2008

SER POSITIVO

Un año más. ¿O un año menos? ¿El vaso vacío o medio lleno? En estas fechas se tiende a hacer balance del período que termina. Lo que hemos ganado y lo que hemos perdido. Lo positivo y lo negativo. Es buen momento para recordar la conveniencia de mirar las cosas desde una perspectiva que nos beneficie. Porque como alguien dijo: las cosas le van mejor a la gente que saca el mejor partido de cómo van las cosas. Según los estudios, las personas optimistas no sólo viven más años, también los viven mejor. Por nuestro propio bien, no queda más remedio que aprender a mirar el lado bueno de las cosas. Yo prefiero cambiar el refrán: piensa mal... y errarás.
Pensar bien es cuestión de práctica. Después de años de pensar negativamente no se cambia el chip de un día para otro, pero nunca es tarde para empezar a cambiar. Es cuestión de ser consciente con la mayor frecuencia posible de lo que se está pensando. Y cuando se detecta un pensamiento negativo, ponerle una coma y un pero. “Me han suspendido, pero...” y a continuación una idea positiva. No importa que lo positivo sea de menor magnitud que lo negativo. Se trata de que la idea positiva tenga siempre la última palabra. Siempre. Así, pasito a pasito, terminará convirtiéndose en un hábito.
Otra costumbre que conviene cambiar es la de pensar siempre en lo que no tenemos, en lo que nos falta, lo que da lugar a un estado psicológico poco favorable. Una cosa es ser conscientes de lo que deseamos, y otra permitir que eso condicione nuestra percepción y nuestro ánimo.
Conozco a un chico que se cayó esquiando y quedó tetrapléjico. De repente no podía volver a esquiar, ni tocar la guitarra, ni acariciar... ¡ni coger un vaso de agua! No tuvo más remedio que empezar a focalizar su atención en lo que sí podía hacer: leer, hablar, escuchar música, navegar por internet, etc. Sólo centrándote en lo que tienes y lo que puedes hacer, te colocas en la disposición óptima para conseguir lo que deseas. Aquello en lo que pones la atención tiende a expandirse.
Además de ser positivos cuando todo va mal, hay que serlo cuando las cosas marchan sin pena ni gloria. Así, cuando lleguen las vacas flacas será más fácil hacerles frente. Porque siempre llegan momentos difíciles, eso es inevitable. ¿Y qué? Yo prefiero ver el vaso medio lleno. Y además de un buen vino, para brindar por el año que empieza. Feliz 2009. Que no os pase nada malo. Y si os pasa, que no os duela. Y si os duele, que no os guste. Y si os gusta... que no os falte.

lunes, 15 de diciembre de 2008

SOBRE EL SUFRIMIENTO

Hace unos días Fernando Sánchez-Dragó publicó un artículo sobre la muerte accidental de su gato. El escritor, destrozado, expresaba su dolor sin cortapisas, sin consuelo alguno. Era obvio que lo que sentía por ese animal con el que convivió durante dos años era amor con mayúsculas. De vez en cuando he oído decir que se puede querer a un animal tanto o más que a una persona, y no tenía motivos para dudar de ello, pero siempre oía dentro de mí una vocecita que susurraba: quizás es un poco exagerado. Ahora lo tengo claro: es posible amar a un animal tanto como a una persona.
Recuerdo que hace años un amigo me dijo que el día que murió su perro había sido el peor día de su vida. Pensé que mi amigo no había sufrido mucho a lo largo de su vida. Y quizás había sido así, pero eso no me daba derecho a subestimar su dolor. Era tan legítimo como cualquier otro. Porque el sufrimiento es algo tan personal que es difícilmente medible. Una persona puede perder a su hijo y creerse la persona más desgraciada del mundo, mientras que otra puede perder cien euros y creerse la persona más desgraciada del mundo. Curiosamente, he llegado a ver personas discutir por quién había sufrido más. A veces nos creemos tan poca cosa que podemos llegar a usar el hecho de haber sufrido como motivo para sentirnos superiores. Como si el hecho de sufrir nos confiriese más derecho que otros a quién sabe qué. Pero sufrir no hace superior a nadie. El sufrimiento puede humanizar, hacernos más comprensivos, más sensibles. Pero tiene que ser bien digerido, de lo contrario se enquista y se transforma en resentimiento. Entonces en lugar de ayudarte a crecer, te hace peor persona.
Hay que aprender a sacarle partido al sufrimiento para desactivar su poder en nuestra vida. Quien no lo hace está condenado a seguir sufriendo, pero quien aprende tiende a distinguir con más claridad el sufrimiento que es necesario del que no. El primero tiene su origen en un hecho real, y no se puede evitar. El segundo es producto de la mente mal educada, de las ideas erróneas y una forma perjudicial de procesar la realidad. De esta manera, al sufrimiento desnudo, al dolor que rompe el corazón, habitualmente le añadimos ese sufrimiento que se convierte en una espiral de la que es difícil salir, ese sufrimiento que hay que evitar porque nos roba la misma vida.

domingo, 30 de noviembre de 2008

OPINIONES


Siempre he pensado que había que tener opiniones sobre las cosas, definirse frente a la realidad, tener las ideas claras, y tratar de ser coherente con ellas. Opiniones sobre al aborto, sobre la inmigración, sobre la eutanasia, sobre la globalización, etc. No tener opiniones era para mí indicativo de desinterés, de conformismo, de mediocridad. Una persona sin opinión sobre esto y lo otro me parecía alguien poco interesante.
De un tiempo a esta parte no lo tengo tan claro. La realidad suele ser complicada, y tiene tantos matices y aristas, que lo que me empieza a resultar llamativo es tener demasiadas opiniones. Sin embargo, veo a mi alrededor que muchas personas tienen las ideas clarísimas, y las defienden con una seguridad considerable. La línea que separa la razón del fanatismo es tenue. Demasiadas veces la defensa de una idea no es otra cosa que miedo, y otras veces es consecuencia de la ignorancia. Es relativamente fácil opinar sobre un hecho en base a la información casi siempre sesgada o incompleta que nos ofrecen los medios de información, habitualmente condicionados por intereses propios o de aquellos a los que sirven. Pero ¿quién sabe lo que hay tras ese suceso? Solemos opinar a las primeras de cambio, reaccionando, sin esperar a saber más sobre la cuestión, sin calma.
Hay quien tacha de cobarde a quien no expresa una opinión; quien no se define sobre una cuestión, quien “no se moja”, es un cobarde, un mediocre que con su neutralidad colabora con la injusticia, pero primero: no hay por qué tener una opinión sobre todo, la realidad es tan amplia que suelen faltar elementos de juicio. Tener una opinión puede significar, sencillamente, incapacidad para considerar otros puntos de vista, y no tenerla puede indicar flexibilidad, apertura. Y segundo: tener una opinión sobre algo no implica una acción consecuente. Estar a favor de la eutanasia no obliga a manifestarse para exigir su legalización.
Por eso de un tiempo a esta parte creo percibir en mí una perdida de interés por juzgar la realidad, lo cual contribuye a hacer que me relacione con ella con más comodidad.

domingo, 16 de noviembre de 2008

EL SENTIDO DEL HUMOR


No confundamos: no es lo mismo el que se dedica profesionalmente a contar chistes, que el que se dedica al humor. El primero no hace otra cosa que contar chistes, y lo puede hacer con más o menos talento, mientras que el segundo lo que hace es inventar, crear ocurrencias graciosas. Una cosa es el cuentachistes y otra el humorista.

Y una cosa es ser gracioso y otra tener sentido del humor. Lo primero consiste en hacer reír a los demás. Lo segundo implica, además, tener una perspectiva amplia de la vida, una tendencia a relativizar los acontecimientos, una actitud un poco irónica. Es tan importante el sentido del humor que es rara la persona que admite no tenerlo. Cuando se le dice a alguien que no lo tiene, es habitual que se sienta ofendido y niegue lo que percibe como una acusación... reacción comprensible en alguien sin sentido del humor.

La risa y el sentido del humor no tienen por qué coexistir en la misma persona. He conocido personas que reían mucho, pero no tenían sentido del humor. A mí me interesan ambas cosas. Según mi experiencia, compartir el sentido del humor es algo importante a la hora de la seducción. Me gusta que ella se ría de mis ocurrencias, pero sólo cuando pienso que lo merecen. Una vez salí con una chica que se reía de cosas que a mí no me hacían ninguna gracia, lo que me proporcionaba una sensación desagradable. También me chirría el hecho de que la chica no se ría de alguna ocurrencia que a mí me resulta graciosa. Según algunos estudios, el hombre percibe como más atractiva a la mujer a la que hace reír fácilmente, mientras que la mujer percibe como más atractivo al hombre que sabe hacerla reír. Definitivamente, creo que un sentido del humor afín es más importante de lo que pueda parecer a la hora de establecer una relación.

En el sentido del humor se refleja nuestra manera de pensar, de percibir, de razonar. Si hay algo descorazonador es el hecho de contar o hacer algo con entusiasmo para obtener la risa de un grupo de oyentes, y no conseguir el objetivo. Y al revés: pocas cosas pueden ser tan reforzantes como desatar la risa de un grupo de personas. Pero probablemente lo mejor de todo sea reír juntos. Creo que es la segunda cosa que más une a dos personas. La primera es compartir las lágrimas.

jueves, 30 de octubre de 2008

LIBERARSE DEL PASADO

El pasado puede llegar a convertirse en una carga -y ocurre con frecuencia- por dos motivos:
1. Haber hecho lo que no quisimos hacer.
2. No haber hecho lo que quisimos hacer.
En el primer caso conviene saber que las personas hacen SIEMPRE lo que creen que es mejor para ellos mismos en ese momento y según su nivel de conciencia. El arrepentimiento es una trampa en la que podemos caer cuando observamos las consecuencias de nuestra conducta, pero no hay que olvidar que, en el momento en que hicimos aquello de lo cual nos arrepentimos, ignorábamos sus resultados. Si hubiéramos sabido, no habríamos hecho. Así pues, siempre lo hacemos lo mejor que podemos en base a lo que sabemos.

En el segundo caso hay que saber que el pasado no es algo estático e inamovible, sino que cambia y se transforma a medida que cambiamos nosotros y nuestra vida.
Supongamos que alguien tiene un accidente con la moto. En el hospital maldecirá la hora en que cometió el error que lo llevó a estar allí ingresado. El accidente ha sido un mal. Pero resulta que en el hospital se enamora de una de las enfermeras y es correspondido, entonces se alegrará de haber tenido el accidente. El accidente ha sido un bien, ya que gracias a él a conocido a la mujer de su vida... que lo deja meses después para irse con otro. El accidente vuelve a ser un mal.
Así, con el transcurrir de los acontecimientos el pasado se va reescribiendo, porque cambia la manera en que se percibe. Todo está en función de lo que ahora experimentas. Por eso la mejor manera de reconciliarse con el pasado es hacer HOY lo que piensas que tienes que hacer. Las personas que se lamentan de su pasado son las que no son felices en su presente. Si ahora mismo estas haciendo todo lo que puedes por ser feliz, el pasado irá poco a poco aliándose contigo. A medida que te concentras en el presente, el pasado va perdiendo peso y termina por considerarse el camino necesario que se tuvo que recorrer para llegar adonde hoy estas, al que hoy eres. Repito: el pasado no tiene por qué ser definitivo, se puede cambiar si cambias el presente, si das prioridad a la vida que palpita ahora mismo en cada una de tus células, siempre llena de nuevas posibilidades.

miércoles, 15 de octubre de 2008

EL TIEMPO Y YO


Conozco a alguien que durante varios años de su vida se dedicó a dos cosas: trabajar y cuidar de su madre, enferma de Alzheimer. Me contó que más de una vez, la gente le hizo comentarios del tipo: “es una pena, se te está pasando la vida y no estas viviendo, no te has casado, no tienes hijos, siempre cuidando de tu madre...”, y él se mostraba en desacuerdo: “¿qué tontería es esa de que no estoy viviendo?”

¿Qué es aprovechar el tiempo? ¿qué es perderlo? El convencionalismo ha establecido un guión de vida que considera como lo correcto y lo ideal tener un buen trabajo, emparejarse, tener hijos... y toda vida que no se ciña al guión tiende a desvalorizarse. Hay quien piensa que si has tenido dos semanas de vacaciones y no has viajado a ningún sitio has perdido el tiempo. O que has malgastado tu vida si llegas al final de ella sin haberte casado o haber formado una familia. Pero la idea de productividad es, simplemente, subjetiva. Pasar dos horas leyendo puede ser una pérdida de tiempo para quien detesta la lectura, y ver una película de acción puede serlo para quien disfruta leyendo. Las personas tienen gustos e intereses diferentes.

Pero a otro nivel, el concepto de aprovechar o perder el tiempo tiene más que ver con la relación que mantienes con la realidad que con lo que haces o dejas de hacer. Supongamos que tienes que realizar un trámite administrativo y debes esperar una cola durante una hora. Una hora que podías pasar leyendo, oyendo música, hablando con un amigo, paseando... pero nada de eso es posible y no te queda más remedio que esperar. Ante esto sólo caben dos opciones:
1. Impacientarte, mirar con frecuencia el reloj para saber cuánto tiempo llevas esperando, pensar en las cosas que podrías hacer... o sea, resistirte a la situación.
2. Aceptar que tu función en ese momento es, simplemente, esperar a que llegue tu turno, y permanecer tranquilamente en estado de atención.
En el primer caso, se pensará que se ha perdido el tiempo en la cola.
En el segundo, que se ha hecho lo que tenía que hacer, y por tanto la pérdida o ganancia del tiempo no se plantea.
Se podría decir que no es el tiempo lo que se gana o se pierde, somos nosotros los que nos ganamos o nos perdemos en función de nuestra actitud. No se trata de hacer más o menos, sino de estar en paz con el único tiempo del que dispones, el que estas viviendo en este momento. Hacer algo queriendo hacer otra cosa es como hacer algo a medias. Ya lo dicen los maestros zen: haz lo que estas haciendo. Cuando comas, come. Cuando leas, lee. Cuando camines, camina.

domingo, 28 de septiembre de 2008

NI BUENO NI MALO

Por fín, esta tarde Fernando Alonso ha vuelto a ganar un gran premio del campeonato de Fórmula 1. Quién lo iba a decir. Durante los entrenamientos previos estaba haciendo los mejores tiempos, todo apuntaba a que obtendría un buen puesto en la parrilla de salida... pero inesperadamente, un fallo mecánico le relegó a la decimoquinta posición. “La carrera está perdida. Se acabó ya. Será salir por salir. Los milagros no existen”, declaró el piloto. En esta temporada ha sido la carrera en la que partía más pesimista... y la única que ha ganado.
Así es la vida. Nunca cantes victoria. Nunca saques la bandera blanca. Nunca se sabe. Se conoce la historia de un sabio que ganó un coche de lujo en un sorteo. Todos le decían: qué suerte tienes, y él contestaba: puede ser. Un día tuvo un accidente con el coche al cruzarse un borracho con él, y fue ingresado en el hospital. Todos le decían: qué mala suerte, y él contestaba: puede ser. Durante la estancia en el hospital, hubo un corrimiento de tierras y su casa quedó sepultada. Sus vecinos murieron, pero él se salvó al estar en el hospital. Todos le decían: qué suerte, y él seguía diciendo... puede ser.
Los sabios orientales lo han dicho siempre: no juzgues lo que ocurre, no lo consideres bueno o malo, eso implica una perspectiva limitada de la realidad. Simplemente acepta lo que pasa. Una tragedia se puede convertir en una bendición, y una bendición en una tragedia. Al final los hechos se confunden, y cuando se es consciente de esto no queda otra que sentir una cierta paz. Cada lágrima contiene la semilla de una sonrisa. Se trata de aprender a hacerla germinar.

sábado, 13 de septiembre de 2008

SUERTE Y DESTINO


En “Largo domingo de noviazgo”, Adrey Totou juega a controlar el destino: “si llego a la curva antes que el coche, mi novio volverá de la guerra”, “si entra el revisor antes de que cuente hasta diez, mi novio está vivo”. Cuando yo era un adolescente soñador solía jugar a eso. “Si meto tres canastas seguidas, le gusto a Yolanda”. La ilusión de controlar la vida, la suerte, el destino.
Se podría hablar de tres perspectivas. Una, la de los que consideran que somos náufragos en el mar de la vida, que no tenemos ninguna capacidad de controlar nuestras circunstancias. No somos más que simples marionetas en manos del destino.
La segunda es la de los que piensan que podemos controlar totalmente nuestra vida, que querer es poder, que todo es cuestión de proponérselo y luchar por ello. La diferencia entre la realidad y los sueños es la fe que tengas en verlos cumplidos.
Y por último, está la perspectiva de los que piensan que nuestra suerte depende en gran medida de nosotros, que la suerte no te toca, sino que se crea, pero que el azar también tiene su papel. Podemos controlar mucho, pero no todo.
Woody Allen decía en Match point: “La gente tiene miedo a reconocer que gran parte de la vida depende de la suerte, asusta pensar cuántas cosas escapan a nuestro control”. Eso sí, hay personas que atribuyen a la suerte hechos que dependen mucho de nuestro desempeño. Por eso Gary Player, jugador de golf, dijo: “es curioso, cuanto más practico más suerte tengo”.
Yo me inclino por esta última opción. Intento mejorar mi suerte, pero me temo que no soy yo el que tiene la última palabra.

domingo, 31 de agosto de 2008

SER PADRE

Una vez leí: “para ser feliz, lo mejor es elegir unos buenos padres”. Es indudable que la felicidad está muy condicionada por la relación que se tiene con ellos, sobretodo durante los primeros años de la vida. Por eso considero la educación de los hijos una de las tareas más importantes que se pueden realizar, y no me gusta el sufrimiento que observo en mi entorno producido por demasiados padres incompetentes.
Cierto escritor distinguía entre progenitores y padres. Progenitores son todos los que procrean, algo al alcance de cualquiera. Lo de ser padres ya es otra cosa. Eso hay que ganárselo.

Los hijos se hacen y los padres también. No es fácil, desde luego. Ser p/madre implica delegar parte de tu felicidad en tu hijo. Hay quienes cometen el error de delegar demasiada, lo que lleva a sobreproteger al niño y formar una personalidad insegura. Otros se quedan cortos, lo que hace que el niño crezca con carencias afectivas y busque cubrirlas a través medios inadecuados.
Ser p/madre implica asumir que a veces, la felicidad de tu hijo empieza donde acaba la tuya, y esto es complicado habida cuenta de que existen demasiados padres que buscan a través de sus hijos su propia felicidad. Es una equivocación cultivar expectativas sobre la vida de los hijos, ya que es muy posible que choquen con la realidad. Los padres han de tener claro que el fin de su tarea es cultivar la independencia y la felicidad de su hijo, y para ello han de aprender a respetar sus deseos y sus decisiones.
Es triste observar cómo hay quienes reaccionan ante la autonomía de sus hijos con comentarios espinosos: “¿cómo puedes hacerme esto? con todo lo que he sufrido por ti...”.
Otros emplean el argumento de la edad y la experiencia para tratar de imponerse: “Cuando seas padre sabrás lo que es... ahora eres joven y no...”.
Pero los padres a veces tienen razón y a veces no. Es inútil pretender que la educación recibida por los padres sea aplicable al 100% a sus hijos. El mundo de los hijos no es el mundo en el que vivieron sus padres.
Termino con algo que cuenta Jorge Bucay:
Un niño le pregunta a su padre:
- Papá, ¿todos los papás saben más que sus hijos?
- Sí, los papás saben más.
- ¿Por qué?
- Porque son los papás.
- ¿Y por qué saben más?
- Porque tienen más años, han leído más, han vivido más...
- Dime papá, ¿quién inventó el teléfono?
- Alexander Graham Bell
- ¿Y por qué no lo inventó su padre, que sabía más?

viernes, 15 de agosto de 2008

INCERTIDUMBRE


A veces, cuando alguien me cuenta algo que le ha ocurrido y le aflige, suelo ponerlo en perspectiva para relativizarlo con algún comentario como: “a lo mejor mañana te atropella un coche, o la semana que viene descubres que tienes cáncer... “ La reacción habitual es: “hala, qué drástico, qué negativo”. Y siempre me digo lo mismo: no se trata de pensarlo, sino de ser consciente de ello. ¿Drástico? Según se mire. Si se piensa que la vida es maravillosa y no puede pasar nada malo y si pasa es una desgracia, pues sí, es drástico. Pero si se piensa que en cualquier segundo puede ocurrir cualquier cosa, no veo por qué tiene que serlo. Es, simplemente, la misma realidad. Siempre puede ocurrir algo doloroso. ¿Es esto ser negativo? No. Uno sería negativo si permitiera que ese pensamiento le limitara por medio del miedo o de la tristeza.

Un escritor dijo: “sabemos que siempre puede pasar cualquier cosa, y nunca estamos preparados para nada”. Yo diría que sabemos que puede pasar cualquier cosa de una forma muy vaga, como si fuera un sueño, algo muy remoto. No somos realmente conscientes de ello. Más de una vez he escuchado a alguien responder a la noticia del fallecimiento de algún conocido: “¡pero si lo vi hace poco y estaba muy bien!” Como si para morirse no bastara con estar vivo. Y así, pasa como en una historia del escritor Quim Monzó en la que un hombre se pasa todo el relato dudando sobre qué ropa llevar a una fiesta. Se pone una camisa y se la quita. Se pone otra y se la quita. Con la corbata, con los pantalones. Al final del relato suena el timbre de la puerta. Abre y se encuentra a la muerte con su guadaña. El hombre dice:
- No séra una fiesta de disfraces.
- No.

Está claro, ¿no? Hay que vivir ya, ahora mismo. El futuro es una hipótesis, una pompa de jabón, una trampa en la que caemos con demasiada facilidad. Creo que fue Unamuno el que dijo: “Mañana, siempre mañana... y nunca mañanamos”.
Una vez vi impreso en una camiseta: “Sonríe. Mañana puedes morir”. Yo diría más: esta noche puedes morir. O dentro de una hora. O quince minutos. O cinco, cuatro, tres... ¿a qué esperas para decirme que me quieres?

martes, 29 de julio de 2008

EL PODER DE LAS PALABRAS


Nuestras emociones estan en parte condicionadas por nuestros pensamientos, y éstos no son otra cosa que ideas que, con frecuencia, se traducen en palabras. Por eso es importante prestar atención a la manera en que usamos las palabras. No sólo sirven para describir la realidad, sino para crearla.

No es lo mismo decir: "te veo más gordo" que "te veo menos delgado".
Ni afirmar: "ese pianista es buenísimo" que "me encanta ese pianista".
Otro ejemplo: "ve más lento" o "no vayas tan rápido"
"Tratamiento de residuos" o "recogida de basuras"
"Retirada" o "avance hacia la retaguardia"
Las palabras pueden curar o herir, elevar o hundir, acariciar o golpear.
Es crucial saber usarlas con sabiduría para relacionarnos de forma sana con nosotros mismos y con los demás. El psiquiatra Luis Rojas Marcos dice: "Hablar con los demás y escuchar hablar a otros es una actividad humana fundamental. Gracias a las palabras ningún ser humano es una isla.".
Dos chicos hicieron una carrera. El que perdió dijo al vencedor: "has quedado penúltimo, pero yo he sido segundo".
Alejandro Jodorowsky sugiere cambiar:
Nunca por muy pocas veces
Siempre por a menudo
Me desilusionó por lo imaginé erróneamente
Yo sé
por yo creo
Bello, feo
por me gusta, no me gusta
Así eres por así te percibo
Lo mío
por lo que ahora tengo

Y por supuesto, no hay que olvidar aquel dicho: "no hables si lo que vas a decir no es más bello que el silencio".



martes, 15 de julio de 2008

MANTENER EL AMOR

Está claro que todo no acaba cuando se encuentra el amor. Además hay que saber conservarlo. Se piensa con frecuencia que lo difícil es encontrarlo, mientras que mantenerlo no lo es tanto. Es un error. Para que no lo cometáis os doy mis consejos para mantener a la persona amada a vuestro lado... sin echar mano de cadenas.

CONSEJOS PARA MANTENER EL AMOR

Haz que se ría.
Si no lo consigues, haz que sonría.
Si no lo consigues, haz que no llore.
Si llora, límpia sus lágrimas con ternura.
Escúchala cuando hable
y también cuando calle.
Sorpréndela siempre que puedas.
Aléjate de ella de vez en cuando
para que se tonifique el deseo
de volver a estar juntos.
Acaricia sus heridas,

quítale las espinas
y plántala en el mejor lugar de tu jardín,
para que florezca sin complejos.
Baila con ella a la luz de la luna
y después invita al mundo
a bailar con vosotros.
No permitas que el miedo
ni la costumbre enturbien
vuestro camino.
Juega con ella, experimenta,
redescubre la vida y quédate
con aquello que ilumine vuestras almas.
Si finalmente esa persona te abandona
no dejes que tu sonrisa se marchite.
Ni el futuro se acaba
ni lo mejor ya ha pasado,
y más triste que no te amen
es no haber amado.
Mantén la cabeza alta
para ver el arco iris
que terminará apareciendo
y no olvides que nunca es tarde
para aplicar los consejos
de mi post anterior.


domingo, 29 de junio de 2008

ENCONTRAR EL AMOR

Todos, tarde o temprano, soñamos con encontrar el amor en nuestra vida. Os doy mis consejos para que el éxito llame a vuestra puerta. Una condición: si lo encontráis no olvidéis invitarme a la boda. Siempre he querido intervenir cuando el cura dice aquello de: "quien... que hable ahora o calle para siempre".

CONSEJOS PARA ENCONTRAR EL AMOR

Mira, escucha, huele,
toca, saborea, muévete,
curiosea, prueba, experimenta,
comparte, aprende, libérate,
expándete,
abraza la vida,
ámala con toda tu alma
y ella te regalará una sonrisa
cristalina y luminosa,
limpia de prejuicios y amarguras.
Llévala siempre contigo
y tarde o temprano,
cuando te cruces con la persona
que mejor refleje
la luz que llevas dentro,
mírala,
cuando te mire muéstrale tu sonrisa,
si te enseña la suya acércate y dile algo,
cualquier cosa sonará a música celestial.
Y cuando no tengas dudas
y caigan las primeras lluvias del otoño,
a ser posible en un parque solitario
y bajo un paraguas que os cubra a ambos,
mira a esa persona fíjamente a los ojos
y no dudes en decirle,
con el corazón en los labios,
que estas enamorado/a.

A continuación cierra los ojos y bésala.
Si al terminar observas un brillo en sus ojos
suelta el paraguas...
y vuelve a besarla.


sábado, 14 de junio de 2008

AMIGOS

Un filósofo dijo: “la amistad es innecesaria, lo mismo que la filosofía o el arte. No es imprescindible para vivir, pero es una de las cosas que más valor dan a la vida”.
Por eso pienso que hay que aprender el arte de la amistad. Quien tiene un amigo tiene mucho más que un tesoro.
Hay quien afirma que la amistad no existe, que todo el mundo busca su propio interés, o que la amistad entre hombres y mujeres es imposible. Me sorprenden esas ideas. ¿Qué sería de nosotros si fueran ciertas?
Se suele decir que en los momentos críticos de tu vida, cuando tienes un problema o sufres una desgracia, es cuando descubres quién es realmente tu amigo y quién no. Los amigos son los que no te dan de lado cuando todo se desmorona. Hasta ahí de acuerdo. Pero yo añadiría algo más.
Amigo es también el que está contigo en los buenos momentos, el que se alegra con tus victorias. Hay supuestos amigos de los que nada sabes cuando todo te va bien, pero en cuanto se enteran de que andas en aprietos acuden a ti dispuestos a ofrecerte su apoyo sin contemplaciones. Sospecho que esa “amistad de emergencia” les sirve para consolarse de su propia infelicidad. La desgracia de alguien cercano les ayuda a olvidar la suya.
No quiero amigos que vengan a secarme las lágrimas, porque como leí una vez: “el verdadero amigo no es el que nos seca las lágrimas, sino el que evita que las derramemos”.

sábado, 31 de mayo de 2008

SOBRE LA FELICIDAD


Hace poco le pregunté a una amiga si era feliz, y me contestó que “la felicidad son momentos que de vez en cuando llegan y se van. No es algo permanente”. Como si lo normal fuera no ser feliz, a excepción de algunos instantes. Es todo un tópico, pero no me convence. Es como si pregunto a alguien que está haciendo algún curso si le va bien, y me responde: “No se puede sacar buena nota siempre. De vez en cuando me ponen un sobresaliente o un notable...” Está claro que no puedes sacar siempre matrícula, a no ser que seas un crack, pero sí es posible hacer que las buenas notas sean frecuentes. Y en tanto lo sean, se podrá decir que a uno le va bien.
Lo mismo pasa con la felicidad. Si uno se lo curra, puede hacer que los momentos de felicidad sean frecuentes, hasta el punto que se instale en un nivel aceptable de felicidad. Entonces se podrá decir que se es feliz. Eso no implica la falta de problemas ni preocupaciones, sino que los momentos de felicidad abundan y los de desánimo escasean.
Para mí, ser feliz significa que la mayor parte del tiempo mi estado de ánimo es positivo y tranquilo, que me encuentro a gusto conmigo mismo y con la confianza de estar en el camino hacia los objetivos que quiero conseguir.
A veces, a la pregunta: ¿cuál es tu objetivo en la vida?, he encontrado por respuesta: ser feliz. Y pensaba que era una respuesta absurda: está claro que todo el mundo desea ser feliz, ¿no? Pero el Dalai Lama dice que todo el mundo tiene dos objetivos vitales: ser feliz y escapar del sufrimiento. Es cierto. Una persona puede no llorar, pero tampoco sonreír. La felicidad es algo más que no sufrir.

lunes, 12 de mayo de 2008

VIVIR ES ELEGIR


¿Existe Dios? ¿Acaba todo con la muerte? ¿Hay vida inteligente en otros planetas? ¿Existen los espíritus? ¿Cómo surgió la vida? ¿Por qué se extinguieron los dinosaurios? ¿Quién fue Jack el destripador? ¿Fue asesinada Marylin Monroe? ¿Se puede adivinar el futuro? ¿Soy feliz? ¿Acepto este trabajo? ¿Le cuento a mi hijo la verdad? ¿He hecho algo mal? ¿Me matriculo en esta carrera? ¿Por qué me ha dicho eso? ¿Cuál coche me compro? ¿La invito a salir? ¿Me sienta bien esta camisa? ¿Voy o no voy? ¿Me apunto en este gimnasio? ¿Por qué me siento así?
Preguntas, preguntas, preguntas. Algunas surgen de la curiosidad o el deseo de bienestar, otras las impone la vida y requieren la toma de una decisión. Aquí conviene estar atento. Decidir, elegir, es tan básico para vivir como el respirar. No se puede no elegir. Cada día tomamos cientos de decisiones que no por automáticas dejan de serlo. Siempre elegimos, siempre. "Yo no puedo elegir quedarme mañana acostado y no ir al trabajo". "Si eres capaz de pagar el precio sí". No hay que confundir la posibilidad real de elegir con la fantasía de no estar condicionados.
Elegir es una responsabilidad, pero también escribió un viejo sabio que "el gran poder del ser humano está en su capacidad de tomar decisiones". Cada decisión que tomamos, por insignificante que parezca, nos permite modificar, a diferente escala, el futuro y el pasado; nos ofrece la oportunidad de elegir entre el amor y el miedo, entre la vida y la muerte.
Una vez escuché a alguien decir que lo que distingue a las personas felices es, sencillamente, que han aprendido a tomar decisiones. Por eso hay que prestar atención a la hora de hacerlo, para tener claro que eres tú quien decide, y no tu miedo. Y tener en cuenta que lo mejor es elegir lo correcto, después elegir lo incorrecto, y lo peor es no hacer nada.

martes, 22 de abril de 2008

ABRIR EL CORAZÓN


Hace años vi una película titulada "Secretos y mentiras". En ella los miembros de una familia se guardan rencores y secretos, hasta que llega un momento, en una comida, en que uno de ellos desnuda su alma ante todos, tras lo cual dice: "Ya está, lo he dicho. ¿Dónde están los rayos?... secretos y mentiras... ¡todos sufrimos!, ¿por qué no lo compartimos?".

Qué gran verdad. Cuánto daño nos hacemos guardándonos las heridas y dolores del alma. Observamos a alguien hacer o decir algo que catalogamos de ofensivo, y en lugar de expresarle el malestar que eso nos produce lo arrinconamos en un lugar del corazón y lo mantenemos allí, sin saber que el mal que se traga puede a su vez terminar tragándonos.
Podemos vivir meses, años, una vida entera con la espina clavada de un gesto, una mirada o una frase que interpretamos erróneamente, sin saber que tenía una explicación que no fuimos capaces de buscar. O quizás no, quizás lo interpretamos correctamente y nos sentimos mal sin que el ofensor llegase a saberlo, así nuestro silencio le permitió repetir su comportamiento abriendo más la herida.
Otras veces callamos algo que nos ocurre y nos quema por dentro por miedo a una reacción negativa, o por presuponer que no vamos a ser comprendidos, y no hay mayor sufrimiento que el que se vive en soledad.
¿Por qué permitir esto?
Hay que comunicar, expresar, compartir. Alguien escribió: una alegría que se comparte es doble alegría, una pena que se comparte es media pena. Para ser felices es necesario que los demás sepan lo que nos duele, lo que necesitamos, lo que deseamos. Sí, pueden no corresponder a nuestra confianza, pero merece la pena correr el riesgo. Sólo así es posible relacionarse con autenticidad, enriqueciéndonos y creciendo como personas.

domingo, 6 de abril de 2008

EL PASADO QUE ATA

A veces nos equivocamos y nos hacemos daño, o se lo hacemos a los demás, o ambas cosas. Pero no nos damos cuenta, o lo hacemos pero nos justificamos de cualquier manera. Y así pasa el tiempo hasta que un día nos miramos en el espejo y lo vemos con claridad. Que metimos la pata. Que no estuvimos a la altura de nosotros mismos.

En ese momento tenemos dos opciones: castigarnos y torturarnos por haber fallado, o aceptar nuestro error y mirar hacia delante, con el propósito de repararlo en la medida en que aún sea posible, o de no volver a cometerlo.

Demasiada gente opta por la primera opción, aun teniendo aún cartas en el juego, lo cual no le beneficia a la hora de seguir jugando. Así, se equivocan doblemente: una vez al cometer el error, y otra al arrastrarlo. No hay que dejarse condicionar por la culpa. Nadie es perfecto y todos tenemos nuestros pecadillos y nuestras cicatrices. Oscar Wilde dijo: “la gente tiene la mala manía de contar a nuestras espaldas cosas de nosotros que son absolutamente ciertas”. Con frecuencia se encuentran personas con malas experiencias a sus espaldas que se dejan atar por ellas, como aquella cuyo matrimonio terminó en divorcio y ha dejado de creer en el amor, o aquella cuyo perro murió en un accidente y no quiere volver a tener ninguno.

La cuestión es integrar ese episodio oscuro, aceptarlo, y evitar así que condicione nuestra vida enturbiándola e impidiendo que fluya y nos permita crecer. Cuando uno recibe luz no debe lamentarse por haber vivido en la oscuridad, sino agradecer que ya no está a oscuras. El psicólogo Carlos Odriozola dice que "cualquier toma de conciencia es digna de celebración". Sólo así el pasado se convierte en un trampolín sobre el que impulsarnos, en lugar de ser una tela de araña que nos inmovilice.

domingo, 9 de marzo de 2008

EL VICIO DE CRITICAR

Hay personas que acostumbran a criticar. De repente te sueltan que estas muy gorda, o que no tienes sentido del humor, o que eres un tacaño o una pesada o un cotilla. La crítica también puede no ser tan tajante y sí algo más elaborada, pero siempre es un ataque. Cuando les reprochas su actitud ofensiva suelen negarla y decir que eso no es una crítica, que es la verdad, como si la verdad sólo tuviera una cara; o que no es para ofenderse, como si no tuviera uno derecho a ofenderse por lo que le da la gana.
La cuestión es: ¿por qué esa ofensa gratuita? ¿qué anda mal en ellos para tener que proceder así? Porque alguien que no tiene conflictos consigo mismo, alguien que se acepta y se quiere, no tiene ninguna necesidad de criticar a los demás. Y si tiene que reprochar algo de otros se refiere a una acción o comportamiento ( "dijiste que me llamarías y no lo has hecho", "con frecuencia me pides algo prestado y no me lo devuelves") pero no a su personalidad o un aspecto de ella.
Una cosa es decir: "lo que has dicho es una estupidez" y otra decir: "eres un estúpido". Lo primero es una observación, lo segundo es un ataque. Y si yo ataco, si yo critico, más que hablar mal de otro lo que hago es hablar mal de mí. Se tiende a rechazar en otras personas aquello que no se quiere ver en uno mismo. Porque si aceptamos nuestros defectos, ¿por qué iba a molestarnos verlos en los demás? Yo me suelo relacionar con los otros tal y como me relaciono conmigo.
Por eso un sabio oriental dijo: "Cuando algo del otro te guste, agradécelo. Cuando algo del otro no te guste, obsérvate a ti mismo".

domingo, 3 de febrero de 2008

MÁSCARAS

Hay dos tipos de máscaras. Las que se pone mucha gente en el Carnaval, con las que consiguen reírse y hacer reír, y las que nos ponemos en el día a día, y que si no lo impedimos pueden terminar llevando a las lágrimas.
Porque no puede terminar de otra manera una mentira con la que se intenta mostrar un yo que no es nuestro. Las intenciones son varias: nos solemos poner máscaras para atraer a los demás, para ocultar nuestras debilidades, para preservar amistades, para evitar ofender; pero todas se resumen en una: ser aceptados, sentirnos amados.
Con el tiempo, esas máscaras se pueden enquistar de tal manera en nuestra personalidad que es fácil terminar olvidando que no son nuestro verdadero rostro. Y entonces nuestra vida se convierte en pura inconsciencia, o lo que es lo mismo, en sufrimiento.
Es trabajo de toda la vida prestar atención y tratar de detectar cuándo soy yo o es mi máscara la que actúa en cada momento, para poder caminar hacia nosotros mismos, que a fin de cuentas es lo único que tenemos.
Termino con una cita del Dr. Gilbert Brenson: "Cada vez que me pongo una máscara lo hago convencido que es lo mejor que puedo hacer para ser amado, luego descubro la gran paradoja... Lo que más deseo lograr con mi máscara es precisamente lo que impido con ella."

sábado, 26 de enero de 2008

NADA ES SEGURO

Una de las más claras verdades que descubrí cuando mi vida se abría al mundo está contenida en una breve frase: “no digas de esta agua no beberé”. ¿Quién no se ha tenido que comer sus palabras más de una vez? “Nunca volveré a hablarle”. Dos años después son amigos. “Siempre podrás confiar en mi”. Al cabo del tiempo le traiciona. “Se acabó. He dejado el tabaco definitivamente”. Meses más tarde vuelve a caer. “Si me tocase la lotería, te pagaría la hipoteca”. Tras ser premiado, se limita a invitarlo a cenar.
Por muy convencido que uno pueda estar de algo, la vida sabe ingeniárselas para darte la sorpresa tarde o temprano. Por eso, a medida que uno vive, observa, aprende y se conoce, lo lógico es que admita que por mucho control que crea tener sobre su realidad, hay cosas que se le escapan. La seguridad absoluta no existe, a no ser que estes muerto. Como decía el título de una película de James Bond, nunca digas nunca jamás. “Nunca” es demasiado tiempo. Y “siempre” también. La vida da para mucho, y hasta el último suspiro no hay nada decidido.