martes, 15 de noviembre de 2011

GRACIAS

Dicen que todo lo que empieza acaba. El 21 de abril de 2007 empezaba esta aventura bloguera, y hoy 15 de noviembre de 2011, termina. Después de cuatro años y medio, se acabó lo que se daba. Fue un placer descubrir, aprender, y compartir. Mi más sincero agradecimiento a todos los que habéis estado ahí: comentando o leyendo. Si habéis sacado algo, maravilloso, y si no, será porque no tenéis criterio ninguno. Es broma, por supuesto. No tengo más remedio que gastarla para paliar la tristeza que empaña mi compungido corazón (ya te vale Alberto).

Pero sí, una cierta tristeza. He puesto mucho de mí en este rincón del ciberespacio, y también he recibido mucho. ¿Por qué el fin? Porque toca. Simplemente. La vida es cambio, mutación, movimiento. Cada adiós es un comienzo, cada comienzo un adiós.

Os deseo lo mejor de lo mejor de lo mejor. Gracias por estar ahí.

Si me necesitáis, me encontraréis en makata74@hotmail.com

Un abrazo. Un fuerte abrazo.


lunes, 31 de octubre de 2011

CARTA A ADRIÁN




Hace unos días un amigo fue padre por primera vez. Se me ocurrió escribirle una carta al chiquitín. Ya sé que los recién nacidos no saben leer, pero quién sabe, a lo mejor este es un supermegadotado. Esto es lo que le escribí.



Hola Adrián. Bienvenido al mundo. Ha sido duro ¿verdad? Con lo bien que estabas acurrucadito en el útero de tu mamá, protegido, calentito... y de repente todo ese ajetreo. Pero ya ha pasado. Ahora a dormir y a mamar, sin tener idea de la que has montado. Has protagonizado una de las experiencias más importantes en la vida de tus padres. A tu alrededor poco a poco se irán desplegando imágenes, sonidos, sonrisas, gente que habla, que viene y va... Una locura que irás descubriendo poco a poco, con atención, lágrimas y alegría.



Este mundo al que vienes no es un lugar aburrido. Con el tiempo todo cambia: las modas, la tecnología, las normas sociales, todo. Y te guste o no tendrás que adaptarte a ello, porque a partir de ahora formas parte de la humanidad. Tendrás que relacionarte con cientos de personas iguales que tú y a la vez diferentes. A veces demasiado diferentes, pero en el fondo iguales. Todos nos ponemos caretas para que no nos reconozcan y evitar que nos hagan daño, pero poco a poco tendrás que aprender a quitártela, porque a la larga llevarla puesta duele más. No olvides que a pesar de las miles de posibles diferencias en cuestión de personalidad, ideologías, formas de vestir, costumbres, gustos, etc., todos en el fondo queremos lo mismo: ser felices, compartir, que nos traten bien, no tener miedo ni dolor. Todos nos necesitamos unos a otros, vamos en el mismo barco.


Hay gente que hace la guerra: tortura y mata a personas y animales. No los mires con odio. Son personas que han aprendido a hacer eso y con el tiempo quizás se arrepientan. Cada persona es un mundo, y tú tienes que dedicarte al tuyo y al de las personas que quieres. No pierdas el tiempo en otra cosa.



No dejes que tus miedos te engañen, Adrián. Son unos farsantes. Arráncales la máscara y atrévete a vivir a fondo lo que la vida te traiga. Si quieres reír, ríe. Si quieres llorar, llora. Si quieres gritar, grita. Haz lo que quieras mientras no hagas daño a los demás; a veces no lo podrás evitar, por eso tendrás que pensarlo bien antes de dar el paso.


Aprende del pasado y no lo uses para justificar las dificultades de hoy. No sirve de nada. El futuro, si llega, ya llegará. Concéntrate en el ahora, en el día a día, en lo que haces, en lo que tienes, en lo que eres.



No busques alguien con quien compartir tu vida. Busca el amor que se revela en cada hoja del árbol, en cada gota de lluvia, en cada rayo de sol. Si abres bien los ojos verás amor en un silencio, en una mirada, en el arte, hasta en el sufrimiento. Ese amor llenará de luz tu mirada para que ilumine el camino hacia alguien que sepa apreciarla, y podrá nacer una hermosa historia que quizás algún día termine, pero siempre te acompañará.


Nunca digas “nunca”, dí siempre “quizás”. La vida es un misterio, no pretendas saber más que ella porque te desengañarás. Tanto lo bueno como lo malo, todo es posible. Por eso, si las sombras te acorralan, no te permitas perder la esperanza. Sigue caminando. Detrás de las nubes, el sol te está esperando.



Y por último no olvides, Adrián, que cada una de tus células son hijas y a la vez semillas del amor. Cultívalas para que den su fruto al mundo y puedas agradecerle todo lo bueno que te ha dado y te seguirá dando.


No te doy un abrazo porque te puedo espachurrar. Un besito... pero no te eches a llorar.


lunes, 17 de octubre de 2011

LA TIENDA


Así es tu vida, la de todos: como una tienda con un escaparate. Tú eres quien se encarga de la tienda. Tú decides qué productos colocas en el escaparate: tu autoestima, tu amabilidad, tu inteligencia, tus gustos, tus aficiones. Según lo que pongas en el escaparate, atraerás a las personas adecuadas. Si en tu escaparate hay inteligencia, la estupidez pasará de largo. Si lo que ofreces es amor, el egoísmo mirará hacia otro lado. Esa es la norma, pero algún día puede pasar que entre alguien en la tienda que no te guste. Puede querer algo de ti, pero lo único que tú quieres es su ausencia. Pasa el tiempo y llegan los gritos, las lágrimas y la angustia de un laberinto en el que, tarde o temprano, encuentras la salida. Entonces es el momento de observar y preguntarte qué es lo que hay en el escaparate que ha atraído a esa persona lo suficiente como para entrar.

Lo tenemos dentro de la tienda, desde el principio, y no lo sabemos. Es nuestro niño interior, lleno de miedos y mendigando amor por cada uno de sus poros. Sin que nos demos cuenta se acerca sigilosamente y coloca en el escaparate algún artículo arrinconado en la oscuridad de la trastienda: Una cajita de devoradores celos, un racimo de críticas odiosas, un pizca de manipulación o un orgullo sin medida. Y claro, entra en la tienda quien no quieres que entre.

Tú, que no sabes lo que tienes en el escaparate, que no sabes por qué ha entrado ese cliente, que no sabes nada de nada, con el tiempo puedes llegar a plantearte cerrar la tienda.

No hay más remedio que ir poco a poco conociendo a ese niño asustado y sediento de amor. Dónde duerme, qué le gusta, cuándo cambia el escaparate, por qué lo hace. Y poco a poco ir ganándote su confianza para enseñarle que el amor que busca es una mentira, y que hay otro infinitamente mayor que el miedo nunca le ha dejado ver.

Así es como tu escaparate va embelleciendo y atrayendo lo mejor. Pero a medida que avanzas en el camino, descubres que no sólo eres responsable de lo que muestras en tu escaparate. También decides cuál es el horario de apertura de la tienda, y cuándo se cierra por vacaciones, y si quieres tenerla en esa calle, en ese barrio, o en otro lugar. Las posibilidades tienden siempre a ampliarse, y según tu estado de consciencia darás los pasos necesarios para llevarlas a cabo o no.

No hay que olvidar lo que siempre es posible, aunque se piense improbable. Puede producirse un apagón en la zona de la ciudad donde tienes la tienda. Puedes sufrir un atraco. Un coche puede estrellarse contra el escaparate. Sea lo que sea, todo es posible. Si no te lo esperas, puedes llegar a perder las riendas y lo que es peor, la esperanza de encontrarlas.

Pero aunque sea por encima, todo pasa. Y un día llega la hora, vuelves a sonreír, y giras de nuevo el letrero de la puerta para que la gente lea: ABIERTO.


viernes, 30 de septiembre de 2011

EL DINERO (II)


Hay quien piensa que una persona es generosa porque da limosna a los mendigos; hay quien tiene por tacaño a quien no deja propinas, y hay quien le reprocha a otro: “¿Por tres euros no te lo vas a comprar? Si eso no es nada... ”. Son tres ejemplos de inconsciencia en relación al dinero. Ya dije en mi anterior post que nuestra idea y actitud respecto a él es algo muy personal, en cuya conformación intervienen diversos factores que influyen a nivel subconsciente.

Quien dice dinero dice prosperidad, amor, vida. La relación que mantienes con todos los aspectos de tu vida está determinada por tu nivel de consciencia. Hay preguntas ineludibles: ¿quién eres? ¿cómo piensas? ¿cuáles son tus hábitos y creencias? ¿cómo te percibes a ti mismo? ¿qué grado de confianza tienes en ti mismo? ¿cómo te relacionas con los demás? ¿sientes verdaderamente que mereces tener dinero? ¿cuál es tu aptitud para actuar a pesar del miedo y los inconvenientes? Etc. En la medida en que tengas claras las respuestas, tu vida irá tomando el rumbo deseado.

Una idea interesante es observar lo que supone el dinero para nosotros, es decir, el significado que le damos. Hay personas para las cuales dinero es igual a placer, para otras es libertad, para otras es seguridad. Muchas peleas que la gente tiene por dinero no son por el dinero en sí, sino por el significado que le da.

Más preguntas a plantear: ¿tiendes a gastar o ahorrar? ¿sabes administrar bien tu dinero? ¿hasta qué punto estás dispuesto a trabajar por dinero? ¿supone una lucha conseguirlo, o te llega con facilidad? ¿tienes un negocio o un empleo?... hay que tomar la mayor conciencia posible de todas esas ideas y condicionamientos. Según Eker, “la mayoría de las personas piensan que el éxito en los negocios dependen principalmente de aptitudes y conocimientos empresariales o, al menos, de su don de la oportunidad en el mercado. Falso. Él éxito en tus negocios es consecuencia de tu patrón del dinero.”

Afirma también que los ricos piensan de forma muy distinta a los pobres o la clase media acerca del dinero, de la riqueza, de sí mismos, de los demás y de cualquier otro aspecto de la vida. Éstas son algunas de esas diferencias:

* La gente rica admira a otra gente rica. A la gente pobre le molesta la gente rica y próspera.

* La gente rica se compromete a ser rica. La gente pobre desearía ser rica.

* La gente rica se centra en lo que quiere. La gente pobre se centra en lo que no quiere.

* Los ricos son excelentes receptores. Los pobres son malos receptores.

Esta última me interesa: las personas pueden sentirse más o menos cómodas dando, pero a la hora de recibir, muchas se cortan por razones como sentirse indignas o no merecedoras (baja autoestima), o porque tienen arraigada la idea de que es mejor, más meritorio, más digno, dar que recibir. Algo totalmente falso. Dar está bien, pero ¿qué pasa cuando quieres dar y la otra persona no está dispuesta a recibir? Duele. Por eso es tan necesario dar como recibir, una cosa no es mejor ni está por encima de la otra.

Hay quien piensa que los pobres son gente más piadosa, espiritual o generosa que los ricos. No veo por qué. Los ricos son ricos y los pobres son pobres, y lo demás es especular.

Finalmente, Harv Eker va al meollo cuando dice: “Tu riqueza puede crecer únicamente hasta donde lo hagas tú. El objetivo es que crezcas hasta un lugar en el que puedas superar cualquier problema u obstáculo que se interponga en tu camino de crear riqueza y de conservarla”.


P.D.: Os informo que a partir de ahora, por cada post de mi blog que queráis leer tendréis que pagar 10 euros. Ya os daré mi número de cuenta.

jueves, 15 de septiembre de 2011

EL DINERO (I)

Es indudable que el dinero es una parte esencial de nuestras vidas. La relación que tenemos con él puede ser fuente de felicidad o desdicha. Dicen que no da la felicidad, y yo digo que depende. Hay mucho que aclarar.

Cada cierto tiempo, en el canal Cuatro suelen emitir un programa llamado “Ajuste de cuentas”, donde personas con problemas económicos son asesorados por expertos para superarlos. Lo que se puede ver en él es que esas personas tienen que atravesar un proceso psicológico y emocional para cambiar su actitud y su relación respecto al dinero. No se trata simplemente de cambiar hábitos conductuales, hay que llegar a la raíz del problema. Harv Eker, autor de “Los secretos de la mente millonaria”, dice que la falta de dinero no es un problema, sino un síntoma, un resultado. Si tu vida exterior no funciona es porque algo falla en tu interior.

Según Eker, la clave está en el patrón del dinero, que es una combinación de nuestros pensamientos, sentimientos y experiencias en relación con él. Este patrón es la “programación”, las ideas subconscientes que se fueron conformando en el pasado, especialmente cuando éramos niños. Esas ideas nos las transmitieron los padres, amigos, profesores, los medios de comunicación, la cultura. El patrón del dinero conforma nuestros pensamientos, que influyen en los sentimientos, éstos a su vez en las acciones, y las acciones en los resultados.

Así, todos hemos oído expresiones como: El dinero es el origen de todos los males; los ricos son mezquinos; está podrido de dinero; el dinero no da la felicidad, etc. Estas ideas no nos benefician y convendría cambiarlas por otras más productivas.

Otra influencia que ha condicionado nuestra actitud ha sido la de los modelos de referencia que tuvimos de niños. Cómo eran nuestros padres con respecto al dinero. Si gastaban mucho o eran ahorradores. Si era motivo de felicidad o de infelicidad.

El patrón del dinero explica por qué hay gente que se hace millonaria con la lotería, y a los pocos años se encuentra igual que antes, o por qué hay millonarios que lo pierden todo, y poco después han recuperado lo perdido. Hay personas programadas para ganar dinero, y hay otras programadas para perderlo.

Una idea importante es: ¿qué nos mueve a ganar dinero? Dice Eker: “Si tu motivación para adquirir dinero o éxito procede de una raíz no productiva, como el miedo, la rabia o la necesidad de “demostrar lo que vales”, el dinero nunca te reportará felicidad.”

¿Es importante el dinero? Quien diga que no, es porque no tiene un céntimo. Se suele decir que hay cosas más importantes, como el amor. ¿No es como decir que un brazo es más importante que una pierna? El dinero es importante, y el amor también. El dinero es importante para unas cosas, el amor para otras. Si el amor hace girar el mundo, el dinero hace girar las ruedas que transportan el material para construir colegios y hospitales.


jueves, 1 de septiembre de 2011

UNA HISTORIA

Pues eso, que quiero compartir con vosotros una hermosa historia que leí hace poco y que es verídica. Espero que os guste. Y si no, espero que volváis a entrar en mi blog... ahora que lo he hecho más bonito... ¿no?


EL MANTEL

UNA HISTORIA REAL, OFRECIA POR EL PADRE ROB REID

El nuevo sacerdote, recién asignado a su primer ministerio para reabrir una iglesia en los suburbios de Brooklyn, en Nueva York, llegó a comienzos de octubre entusiasmado con sus primeras oportunidades.
Cuando vio la iglesia, se encontró con que estaba en pésimas condiciones y requería mucho trabajo de reparación.
Se fijó la meta de tener todo listo a tiempo para oficiar su primer servicio en la Nochebuena.
Trabajó arduamente, reparando los bancos, empañetando las paredes, pintando, etc., y para el 18 de diciembre ya había casi concluido con los trabajos, adelantándose a la meta trazada.
El 19 de diciembre cayó una terrible tormenta, que azotó el área por dos días completos.
El día 21, el sacerdote fue a ver la iglesia. Su corazón se contrajo cuando vio que el agua se había filtrado a través del techo, causando que un área considerable del pañote -de unos seis por dos metros y medio- cayese de la pared frontal del santuario, exactamente detrás del púlpito, dejando un hueco que empezaba como a la altura de la cabeza.
El sacerdote limpió los cascotes del piso y no sabiendo qué más hacer, sino posponer el servicio de Nochebuena, salió hacia su casa.
En el trayecto observó que una tienda local estaba llevando a cabo una venta del tipo “mercado de pulgas”, con fines caritativos y decidió entrar. Uno de los artículos era un hermoso mantel hecho a mano, color hueso, con un trabajo exquisito de aplicaciones, bellos colores y una cruz bordada en el centro.
Era justamente del tamaño adecuado para cubrir el hueco en la pared frontal.
Lo compró y volvió hacia la iglesia. Ya para ese entonces había comenzado a nevar. Una mujer mayor iba corriendo en dirección opuesta tratando de alcanzar el autobús, pero finalmente lo perdió.
El sacerdote la invitó a esperar en la iglesia, donde había calefacción, hasta el próximo autobús, que tardaría cuarenta y cinco minutos, o más, en llegar. La señora se sentó en el banco sin prestar atención al pastor, mientras éste buscaba una escalera, ganchos, etc., para colocar el mantel como tapiz en la pared.
El sacerdote apenas podía creer lo hermoso que lucía y cómo cubría todo el área del problema. Entonces él miró a la mujer, que venía caminando hacia abajo desde el pasillo del centro.
Su cara estaba blanca como una hoja de papel.
Padre, ¿dónde consiguió usted ese mantel?
El padre le explicó. La mujer le pidió revisar la esquina inferior derecha para ver si las iniciales EGB aparecían bordadas allí.
Sí, estaban. Éstas eran las iniciales de la mujer y ella había hecho ese mantel treinta y cinco años atrás, en Austria.
La mujer apenas podía creerlo cuando el pastor le contó cómo acababa de obtener el mantel. La mujer le explicó que, antes de la guerra, ella y su esposo tenían una posición económica holgada en Austria.
Cuando los nazis llegaron, la forzaron a irse. Su esposo debía seguirla la semana siguiente. Ella fue capturada, enviada a prisión y nunca volvió a ver a su esposo ni su hogar.
El sacerdote la llevó en su automóvil hasta su casa y ofreció regalarle el mantel, pero ella lo rechazó diciéndole que era lo menos que podía hacer.
Se sentía muy agradecida, pues vivía al otro lado de Staten Island y solamente estaba en Brooklyn por el día para un trabajo de limpieza de casa.
¡Qué maravilloso fue el servicio de la Nochebuena! La iglesia estaba casi llena. La música y el espíritu que reinaban eran increíbles.
Al final del servicio, el sacerdote despidió a todos en la puerta y muchos expresaron que volverían.
Un hombre mayor, que el sacerdote reconoció del vecindario, seguía sentado en uno de los bancos mirando hacia el frente, y el padre se preguntaba por qué no se iba. El hombre le preguntó dónde había obtenido ese mantel que estaba en la pared del frente, porque era idéntico al que su esposa había hecho años atrás en Austria, antes de la guerra, y ¿cómo podía haber dos manteles tan idénticos?
Él le relató al sacerdote cómo llegaron los nazis y cómo forzó a su esposa a irse, para la seguridad de ella, y cómo él estaba dispuesto a seguirla, pero había sido arrestado y enviado a prisión. Nunca volvió a ver a su esposa ni su hogar en todos aquellos treinta y cinco años.
El sacerdote le preguntó si le permitiría llevarlo con él a dar una vuelta.
Se dirigieron en el automóvil hacia Staten Island, hasta la misma casa donde había llevado a la mujer tres días atrás.
Él ayudó al hombre a subir los tres pisos de escalera que conducían al apartamento de la mujer, tocó en la puerta y presenció la más bella reunión de Navidad que pudo haber imaginado.

martes, 16 de agosto de 2011

FIN Y PRINCIPIO


Iba a escribir que se rompió, pero acabo de caer en la cuenta de que no me gusta ese verbo. Demasiado dramático. Prefiero decir que terminó. Sí. Hace poco terminó la relación de pareja más importante de mi vida. Y a pesar de ser yo el que dió el paso, me acuerdo de algo que cuenta Alejandro Jodorowsky en uno de sus libros. Al morir su hijo de 24 años de un infarto, buscando alivio para su sufrimiento fue en busca de uno de sus maestros, Ejo Takata, que se limitó a decirle: “Duele”. Eso fue todo. “Comprendí que la vida continuaba, que debía aceptar el dolor, no luchar contra él ni buscar consuelo. Cuando comes, comes; cuando duermes, duermes; cuando duele, duele.”

La vida es así. A veces llega el dolor y no queda otra que dejarse atravesar por él. La ves allá por donde vas, cada cosa te trae un recuerdo, una película que visteis juntos, una canción de un concierto al que fuisteis, un restaurante donde comisteis, un viaje que hicisteis. Recuerdos y planes se alían para acosarte y el pensamiento se desboca: ¿qué pasará ahora? ¿seremos amigos? ¿volveré a encontrar a otra? ¿qué he hecho mal? ¿pude haberlo evitado? ¿bla bla bla?

Hay que poner límites o te vuelves loco. Lo ideal es poder contar, y estar dispuesto a ello, con la ayuda psicológica de profesionales y gente de tu entorno cercano. El dolor compartido hace menos ruido. También conviene dedicarnos a hacer cosas que nos gusten, probar cosas nuevas, distraernos, y a medida que vayamos avanzando emocionalmente y sintiéndonos mejor, tratar de elaborar la experiencia racionalmente. Reflexionar sobre lo que te ha aportado, los fallos que tuviste, lo que has aprendido, lo que quieres a partir de ahora.

En mi caso me obsesioné con el dilema de si la ruptura sería una forma de escapar o de liberarme. Pero no hay manera de saberlo. Cada liberación conlleva una dosis de escapismo, y cada huida contiene una cierta valentía y una cierta liberación.

Otras de las ideas que me han absorbido ha sido la posibilidad de ser amigos. Me parecía inconcebible, absurdo, injusto, que después de todo no quedara ni siquiera una amistad. Pero tampoco eso puedo saberlo. La vida tiene vida propia, y será ella la que decida por donde soplará el viento.

Creo que es importante tomar conciencia de lo que se ha ganado con la relación, y de lo que se va a ganar con la ruptura. Dice Jorge Bucay: “Es horrible admitir que cada pérdida conlleva una ganancia. Que cada dolor frente a una pérdida terminará necesariamente con un beneficio para mí. Y sin embargo no hay pérdida que no implique una ganancia, un crecimiento personal”. Quizás sea verdad lo que se ha dicho de que la vida nos pone por delante la persona adecuada para nuestra evolución como persona.

Finalmente, me reconfortan las consideraciones que la escritora Rosa Montero dirige a una víctima del desamor:

“Primero, que uno no puede pasar por la vida sin mancharse y sin herirse, y que todo lo importante tiene un precio: y así, el dolor del desamor (y atreverse a afrontarlo) es el precio de tu capacidad de amar y de esa intensidad gloriosa, vida pura, que la pasión te ofrece. Segundo, que en todas las rupturas se aprende algo. Y tercero, que el amor no está en el otro, sino en ti mismo: si una vez amaste, lo volverás a hacer. Y siendo más sabio.”

domingo, 31 de julio de 2011

ESPERANZA



Un día, las estrellas del cielo se acercaron a Dios y le dijeron:
- Nos gustaría vivir en la Tierra entre los hombres.
- Así será hecho. Las conservaré a todas ustedes pequeñitas, como son vistas, para que puedan bajar a la Tierra.
Aquella noche hubo una linda lluvia de estrellas.
Unas se acurrucaron en las torres de las iglesias; otras fueron a jugar y a correr junto con las luciérnagas por los campos, y algunas se mezclaron con los juguetes de los niños... Y la Tierra quedó maravillosamente iluminada. Pero con el transcurrir del tiempo, las estrellas decidieron abandonar a los hombres y volver al cielo, dejando la Tierra oscura y triste.
- ¿Por qué volvieron? -preguntó Dios, a medida que iban llegando al cielo.
- Señor... no nos fue posible permanecer en la Tierra. Allí existe mucha miseria y violencia, mucha maldad, mucha injusticia...
Y Dios les dijo:
- ¡Claro! El lugar de ustedes está aquí, en el cielo; la Tierra es el lugar de lo transitorio, de aquello que pasa, de aquel que cae, de aquel que yerra, de aquel que muere... Nada es perfecto. El cielo es el lugar de la perfección, de lo inmutable, de lo eterno; donde nada perece.
Después de llegar todas las estrellas y verificar su número, Dios habló de nuevo:
- Nos falta una estrella... ¿se habrá perdido en el camino?
Un ángel, que estaba cerca, replicó:
- Señor, una estrella decidió quedarse entre los hombres; ella descubrió que su lugar es exactamente donde existe la imperfección, donde hay límites, donde las cosas no van bien, donde hay lucha y dolor.
- ¿Y cuál estrella es esa? -volvió Dios a preguntar.
Es la esperanza, Señor; la estrella verde... La única estrella de ese color.
Y cuando miraron a la Tierra, la estrella no estaba sola. La Tierra estaba nuevamente iluminada porque había una estrella verde en el corazón de cada persona.

**************

No estoy seguro de que mientras hay vida hay esperanza. A veces Dios aprieta pero no afloja. Hay heridas que nunca cicatrizan, y dolores que nunca cesan. Se sigue existiendo, pero eso no tiene nada que ver con vivir. Lo que no cuestiono es lo contrario, que mientras hay esperanza, hay vida. Más grande o más pequeña, más pesada o más ligera, pero una vida que aspira a otra mejor. La esperanza tiende a la acción, siempre que ésta sea posible. Si no lo es, tiende a la espera, que puede ser más o menos impaciente. Sin embargo, a la falta de esperanza sólo le cabe la desesperación.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Yo creo que he llegado a luchar sin esperanza ninguna. Quizás era una esperanza inconsciente, o simple instinto de supervivencia. No sé si es lo último que se pierde, pero es lo primero que no hay que perder.

La vida es mucho más grande que nuestros deseos, nuestros miedos, nuestras cavilaciones. Como dice Wayne Dyer, “no sabemos lo bastante como para ser pesimistas”. La vida es imprevisible, podemos imaginar, sospechar, prever, visualizar, fantasear... pero nunca podemos saber con certeza lo que está por llegar.

Hay nubes tras las cuales es difícil imaginar un sol brillando.
Pero el sol está ahí, siempre, esperando.

domingo, 17 de julio de 2011

MÓVILES Y EGOS



Nueva incursión en el terreno literario. Hoy comparto con vosotros un relato relativamente reciente para que os relaméis de gusto relajadamente. Para vuestra desesperación, no es un relato porno como todos y todas deseáis imperiosamente, es un relato que habla de... ¿y por qué no lo leéis y luego me decís qué os ha parecido, si os ha gustado, si no, lo que más, lo que menos, qué grande soy, que tío más bueno... ?

Se agradecerán vuestros comentarios, y si no, al menos, espero que os guste. Y si no, que no me odiéis por haceros perder el tiempo. En el fondo, no sé... creo que soy una buena persona.

Besos.


MÓVILES Y EGOS

El camarero acababa de tomarles el pedido. Ya habían charlado de los asuntos cotidianos mientras se dirigían al restaurante, por tanto era el momento de contárselo: que se había hecho un análisis sin decirle nada, y el resultado no podía ser más desolador: sus espermatozoides eran vagos y escasos. Era estéril en un 95%. Eso explicaba los infructuosos últimos meses. Iba a ser una cena triste, pero ella se empeñó en cenar fuera y cuando se empecinaba en algo mejor dejarla. En fin. Ya era el momento, así que se aclaró la garganta antes de decir: “Esta mañana me han dado... “


En ese momento sonó el móvil de ella, y sin mediar palabra lo descolgó para hablar con su amiga Puri, que se estaba divorciando del marido y llevaba una semana llamándola para maldecir a todos los hombres que tuvieran ojos y nariz, y llorar a moco tendido. Diez, quince minutos más tarde seguían las dos dándole al pico. El camarero llegaría en cualquier momento con la bandeja. Le hizo un gesto apremiándola y ella respondió afirmando con la cabeza, pero los minutos pasaban y al fin llegó el camarero, colocó los platos en la mesa y se fue. Como él no pensaba dejar que se enfriaran sus raviolis, empezó a comer. Cinco minutos después, por fin, ella se despidió de la amiga. “La pobre, está...”

Pero sonó otro móvil. Esta vez el de él. Miró la pantalla e hizo una mueca de fastidio. Era su jefe, algún tema pendiente. Ella empezó a comer y él inició una conversación sobre presupuestos y proveedores que se estiraba minuto a minuto ante la creciente impaciencia de ella. Ni siquiera podían salir a cenar sin que dejara en paz su trabajo. Finalmente, terminó la llamada y él guardó el móvil. La miró y olió el mal rollo.

“Disculpa que...” “Voy al baño”, le interrumpió ella levantándose bruscamente. No quería discutir, tenía que airearse, dejar salir la mala energía. Fue a los servicios y se refrescó la cara. Necesitaba desahogarse, hablar con alguien. Sacó el móvil y llamó a su amiga Puri. Ahora era ella la que necesitaba apoyo. Minutos más tarde ya se encontraba mejor, así que la conversación se fue por otros derroteros y ella decidió volver a la mesa. Cuando él, que la esperaba inquieto, la vio llegar de nuevo con el móvil, no se lo podía creer. El maldito aparato y su puñetera dueña. El camarero llegó para retirar los platos y tomar nota del postre. Él pidió flan con nata, ella hizo un alto en la conversación para pedir Tiramisú. Por supuesto, llegó el postre y seguía ignorándolo. Cuando él había acabado el flan, ella terminó de hablar. Entonces él, indignado, cogió su móvil y llamó a su amigo Sergio, al que le preguntó cómo había sido la última etapa del Tour. Ella lo miraba sumida en un tenso silencio. El muy cabrón lo estaba haciendo aposta. Entonces llamó a su prima Lorena y le preguntó si le había gustado la última película de Woody Allen.

El camarero les trajo la cuenta y los dos pagaron su parte sin dejar de hablar. Finalmente salieron del restaurante con el móvil bla bla bla y fueron caminando juntos hasta el punto en el que tenían que separarse. En ese momento los dos se despidieron de sus interlocutores y guardaron sus aparatos para encontrarse frente a frente, en un rabioso silencio.
- Hasta otro día –dijo ella llena de rabia.
- Hasta otro día –dijo él impotente.

Se besaron en la mejilla y emprendieron su camino en direcciones opuestas.
Él se quedó sin contarle que era prácticamente estéril.
Ella se quedó sin contarle que estaba embarazada.

viernes, 1 de julio de 2011

VIVIR ES ALGO MÁS


Esta vez no me resisto a compartir con vosotros un artículo de mi adorada Bárbara Alpuente. Lo que cuenta y cómo lo cuenta hacen de éste uno de esos textos con los que me identifico al 100% y me hubiera gustado escribir a mí. Espero que os guste o mi venganza será terrible.

Un abrazo.


EXISTENCIAL

Quiero dejar claro aquí que no soy una desequilibrada (escribo esto mientras me balanceo sobre mí misma y me arranco mechones de pelo en una esquina de mi habitación). Sin embargo, hay quien asocia mis dudas existenciales y mis reflexiones acerca del comportamiento humano a una inquietud excesiva e incluso insana. Lo sé cuando me dicen, desde la condescendencia, aquello de: “No le des tantas vueltas a todo”. Lo primero que tengo que decir en mi defensa es que no le doy vueltas “a todo”, sino a “todo lo que me resulta interesante”. No me paso los días reflexionando sobre el precio de los tomates o las estupideces que escupen cuatro tertulianos televisivos, sino sobre todo lo que nos ocurre a las personas. Además, es muy fácil decir esas cosas cuando no tienes que escribir una vez a la semana algo supuestamente interesante que otros, con suerte, van a leer (no sé si notáis el rencor en mis palabras... Yo he hecho todo lo posible para que así sea). Entiendo que es insano darle vueltas al mismo pensamiento una y otra vez hasta que ese pensamiento pierda el conocimiento, pero no se trata de eso, sino de llenar cada paso de un nuevo significado, dejando atrás las viejas certezas para adentrarse en nuevas incógnitas. Supongo que mucha gente sea ha planteado, al menos una vez, qué hace en este mundo. ¿De verdad es tan descabellado hacerse esta pregunta? E imagino que todos nos hemos planteado, además, si lo que estamos atravesando en momentos determinados de nuestra vida es una crisis existencial. ¿Qué es una crisis existencial? Para mí es fácil, comienza con la pregunta: “¿esto de qué leches va?”. Porque hay etapas en las que tu día a día no es suficiente; se te queda pequeño, casi insignificante, vacío (os estoy deprimiendo, ¿verdad?). ¿Pero y si vivir fuera algo más que trabajar y alimentarse? ¿Y si vivir fuera algo más que irse de vacaciones o encontrar un novio? ¿Y si vivir fuera algo más que lo que hacemos y lo que pensamos? ¿Y si vivir tuviera un contenido que intuimos pero todavía desconocemos? Quizá una parte de ti se haya acostumbrado a vivir como si no hubiera nada más que hacer, pero hay otra parte de ti que tiene la capacidad y el horizonte para vivir de otra manera. Respirar sin el desasosiego aferrado a los pulmones. Dormir sin el acoso de tu propia oscuridad. Mirarte sin temor a verte. Desatarte, comprometerte, reírte, liberarte, vivirte. Estar vivo implica una lucha permanente entre lo que sabes y lo que crees que sabes. Una batalla diaria entre lo que percibes y lo que piensas. Un duelo entre quién eres y cómo estás. La cercanía de un susurro más allá de nuestros cuerpos. Y reflexionar sobre si existen otros universos u otras claves. Descifrar en la geometría de lo invisible que la existencia es inabarcable, que no termina en nosotros, que nuestras pieles no son fronteras, sino acantilados desde los que podemos arrojarnos hasta caer en el regazo de lo desconocido. No está loco el que indaga. No es un obsesivo el que intenta trascender. No es un desequilibrado el que busca un punto de apoyo entre la inmensidad de lo que ignora. Y ahora tengo que dejaros. Me toca la pastilla.