domingo, 3 de febrero de 2008

MÁSCARAS

Hay dos tipos de máscaras. Las que se pone mucha gente en el Carnaval, con las que consiguen reírse y hacer reír, y las que nos ponemos en el día a día, y que si no lo impedimos pueden terminar llevando a las lágrimas.
Porque no puede terminar de otra manera una mentira con la que se intenta mostrar un yo que no es nuestro. Las intenciones son varias: nos solemos poner máscaras para atraer a los demás, para ocultar nuestras debilidades, para preservar amistades, para evitar ofender; pero todas se resumen en una: ser aceptados, sentirnos amados.
Con el tiempo, esas máscaras se pueden enquistar de tal manera en nuestra personalidad que es fácil terminar olvidando que no son nuestro verdadero rostro. Y entonces nuestra vida se convierte en pura inconsciencia, o lo que es lo mismo, en sufrimiento.
Es trabajo de toda la vida prestar atención y tratar de detectar cuándo soy yo o es mi máscara la que actúa en cada momento, para poder caminar hacia nosotros mismos, que a fin de cuentas es lo único que tenemos.
Termino con una cita del Dr. Gilbert Brenson: "Cada vez que me pongo una máscara lo hago convencido que es lo mejor que puedo hacer para ser amado, luego descubro la gran paradoja... Lo que más deseo lograr con mi máscara es precisamente lo que impido con ella."

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