jueves, 30 de abril de 2009

ABUNDANCIA

ABUNDANCIAABUNDANCIA

En mi anterior post escribí sobre la riqueza, hoy quiero hacerlo sobre la abundancia. Se puede ser rico y no vivir en la abundancia, a pesar de que estamos rodeados de ella. Habría que ver la cara que se le quedaría a Mozart si supiese que hoy podemos escuchar música en cualquier parte: encima de una montaña, en mitad del océano, en privado, en público. Además, podemos escuchar la música que nosotros elijamos. Esto en el siglo XVIII no era posible ni para las personas más poderosas, mientras que para nosotros es algo absolutamente cotidiano.

En cuanto a los libros, la gente más inteligente dedica años a elaborar ideas, historias, reflexiones que finalmente pone a nuestra disposición en un puñado de hojas. Todo lo que alguien ha aprendido a lo largo de una vida nos lo puede transmitir en un pequeño objeto que podemos llevar con nosotros a cualquier parte y usarlo cuantas veces queramos. ¿No es un lujo?

Los supermercados, donde podemos elegir entre cientos de productos de todo tipo. Los medios de transporte, que nos permiten plantarnos en lugares que estan a miles de kilómetros de distancia en pocas horas. La telefonía móvil, con la que podemos hablar con otra persona subidos en un camello. Internet, que nos permite intercambiar y acceder a una cantidad ingente de información en cuestión de segundos...

Vivir en la abundancia es ser consciente y valorar todo eso, pero hay gente que no ha aprendido a hacerlo. “No hay cosas sin interés, sino personas incapaces de interesarse”. El sistema capitalista nos incita a consumir, pero no a disfrutar de lo que se consume. El mercado se renueva constantemente de música, de cine, de libros, de revistas. La novedad nos pierde. Hay que ver la última película de fulanito, hay que escuchar lo último de menganito. No nos paramos a reflexionar sobre lo que vemos y oímos, no lo saboreamos, no dejamos que cale en nosotros y nos alimente. Y así, saturados de estímulos, estos tienden a perder su interés. Tanta abundancia y tanto derroche. La solución es simple: pararse, observar, reflexionar. ¿Disfruto de las cosas? ¿qué me atrae? ¿por qué? ¿me aporta algo o me lo quita? Alguien dijo que quien no valora las cosas no las merece.


No hay comentarios: