jueves, 16 de abril de 2009

PODEROSO CABALLERO

Hace varias semanas leí que un multimillonario de 74 años se había suicidado arrojándose al tren después de perder cientos de millones en la bolsa. Habrá quien diga que es absurdo, ya que a pesar de esa pérdida seguía siendo millonario, pero lo cierto es que nadie se suicida por una nadería, al menos desde su punto de vista. Sencillamente, ese hombre se había adaptado a una realidad diferente a la que rodea a personas de otro estatus social.

En una encuesta en la que el 21% de los participantes eran individuos multimillonarios, solo el 1% se consideraba adinerado a pesar de su cuantioso patrimonio. Con el tiempo, los lujos más extravagantes se convierten en necesidades. Nuestra ambición tiende a incrementarse a medida que alcanzamos las metas a las que aspirábamos.

Así, podemos terminar olvidando que el dinero no es más que una herramienta, un medio para llegar a ser más felices, y permitir que determine nuestra vida en lugar de condicionarla, porque se confunde con un fín en sí mismo y se busca sin más objetivo que la mera posesión. Otras veces se puede usar para adquirir bienes cuya posesión se confunde con la felicidad.

Se suele decir que el dinero no da la felicidad, pero eso es cierto sólo en parte. Si a un matrimonio parado con tres hijos le das cuatrocientos mil euros, se convierte en la persona más feliz del mundo. Pero no es lo mismo si un jugador estrella de fútbol que cobra cientos de millones por temporada gana algunos millones al recibir un herencia.

Sin embargo se ha observado que, excepto en el caso de personas muy pobres, la mayoría de los ganadores de lotería no se sienten más felices un año después del golpe de buena suerte. A menudo los agraciados terminan sufriendo estados de ansiedad provocados por los cambios en sus estilos de vida y, sobre todo, se convierten en presas fáciles de conflictos e incluso de rupturas de sus relaciones con seres queridos.

El dinero es poder, pero hay que saber emplear ese poder. Al multimillonario suicida probablemente le faltó, además de acumular dinero a lo largo de su vida, expandir su mente, ampliar su consciencia, crecer interiormente. No hay riqueza que pueda competir con eso. El rico que lo olvide se arriesgará a que terminen diciendo de él aquello de que era tan pobre... que no tenía más que dinero.

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