lunes, 17 de octubre de 2011

LA TIENDA


Así es tu vida, la de todos: como una tienda con un escaparate. Tú eres quien se encarga de la tienda. Tú decides qué productos colocas en el escaparate: tu autoestima, tu amabilidad, tu inteligencia, tus gustos, tus aficiones. Según lo que pongas en el escaparate, atraerás a las personas adecuadas. Si en tu escaparate hay inteligencia, la estupidez pasará de largo. Si lo que ofreces es amor, el egoísmo mirará hacia otro lado. Esa es la norma, pero algún día puede pasar que entre alguien en la tienda que no te guste. Puede querer algo de ti, pero lo único que tú quieres es su ausencia. Pasa el tiempo y llegan los gritos, las lágrimas y la angustia de un laberinto en el que, tarde o temprano, encuentras la salida. Entonces es el momento de observar y preguntarte qué es lo que hay en el escaparate que ha atraído a esa persona lo suficiente como para entrar.

Lo tenemos dentro de la tienda, desde el principio, y no lo sabemos. Es nuestro niño interior, lleno de miedos y mendigando amor por cada uno de sus poros. Sin que nos demos cuenta se acerca sigilosamente y coloca en el escaparate algún artículo arrinconado en la oscuridad de la trastienda: Una cajita de devoradores celos, un racimo de críticas odiosas, un pizca de manipulación o un orgullo sin medida. Y claro, entra en la tienda quien no quieres que entre.

Tú, que no sabes lo que tienes en el escaparate, que no sabes por qué ha entrado ese cliente, que no sabes nada de nada, con el tiempo puedes llegar a plantearte cerrar la tienda.

No hay más remedio que ir poco a poco conociendo a ese niño asustado y sediento de amor. Dónde duerme, qué le gusta, cuándo cambia el escaparate, por qué lo hace. Y poco a poco ir ganándote su confianza para enseñarle que el amor que busca es una mentira, y que hay otro infinitamente mayor que el miedo nunca le ha dejado ver.

Así es como tu escaparate va embelleciendo y atrayendo lo mejor. Pero a medida que avanzas en el camino, descubres que no sólo eres responsable de lo que muestras en tu escaparate. También decides cuál es el horario de apertura de la tienda, y cuándo se cierra por vacaciones, y si quieres tenerla en esa calle, en ese barrio, o en otro lugar. Las posibilidades tienden siempre a ampliarse, y según tu estado de consciencia darás los pasos necesarios para llevarlas a cabo o no.

No hay que olvidar lo que siempre es posible, aunque se piense improbable. Puede producirse un apagón en la zona de la ciudad donde tienes la tienda. Puedes sufrir un atraco. Un coche puede estrellarse contra el escaparate. Sea lo que sea, todo es posible. Si no te lo esperas, puedes llegar a perder las riendas y lo que es peor, la esperanza de encontrarlas.

Pero aunque sea por encima, todo pasa. Y un día llega la hora, vuelves a sonreír, y giras de nuevo el letrero de la puerta para que la gente lea: ABIERTO.


3 comentarios:

Irinova dijo...

Genial. Gracias.

Nebroa dijo...

Soy un almacén entero!! ;)

angel dijo...

seria genial que pudieras escribir mas seguido...