jueves, 1 de septiembre de 2011

UNA HISTORIA

Pues eso, que quiero compartir con vosotros una hermosa historia que leí hace poco y que es verídica. Espero que os guste. Y si no, espero que volváis a entrar en mi blog... ahora que lo he hecho más bonito... ¿no?


EL MANTEL

UNA HISTORIA REAL, OFRECIA POR EL PADRE ROB REID

El nuevo sacerdote, recién asignado a su primer ministerio para reabrir una iglesia en los suburbios de Brooklyn, en Nueva York, llegó a comienzos de octubre entusiasmado con sus primeras oportunidades.
Cuando vio la iglesia, se encontró con que estaba en pésimas condiciones y requería mucho trabajo de reparación.
Se fijó la meta de tener todo listo a tiempo para oficiar su primer servicio en la Nochebuena.
Trabajó arduamente, reparando los bancos, empañetando las paredes, pintando, etc., y para el 18 de diciembre ya había casi concluido con los trabajos, adelantándose a la meta trazada.
El 19 de diciembre cayó una terrible tormenta, que azotó el área por dos días completos.
El día 21, el sacerdote fue a ver la iglesia. Su corazón se contrajo cuando vio que el agua se había filtrado a través del techo, causando que un área considerable del pañote -de unos seis por dos metros y medio- cayese de la pared frontal del santuario, exactamente detrás del púlpito, dejando un hueco que empezaba como a la altura de la cabeza.
El sacerdote limpió los cascotes del piso y no sabiendo qué más hacer, sino posponer el servicio de Nochebuena, salió hacia su casa.
En el trayecto observó que una tienda local estaba llevando a cabo una venta del tipo “mercado de pulgas”, con fines caritativos y decidió entrar. Uno de los artículos era un hermoso mantel hecho a mano, color hueso, con un trabajo exquisito de aplicaciones, bellos colores y una cruz bordada en el centro.
Era justamente del tamaño adecuado para cubrir el hueco en la pared frontal.
Lo compró y volvió hacia la iglesia. Ya para ese entonces había comenzado a nevar. Una mujer mayor iba corriendo en dirección opuesta tratando de alcanzar el autobús, pero finalmente lo perdió.
El sacerdote la invitó a esperar en la iglesia, donde había calefacción, hasta el próximo autobús, que tardaría cuarenta y cinco minutos, o más, en llegar. La señora se sentó en el banco sin prestar atención al pastor, mientras éste buscaba una escalera, ganchos, etc., para colocar el mantel como tapiz en la pared.
El sacerdote apenas podía creer lo hermoso que lucía y cómo cubría todo el área del problema. Entonces él miró a la mujer, que venía caminando hacia abajo desde el pasillo del centro.
Su cara estaba blanca como una hoja de papel.
Padre, ¿dónde consiguió usted ese mantel?
El padre le explicó. La mujer le pidió revisar la esquina inferior derecha para ver si las iniciales EGB aparecían bordadas allí.
Sí, estaban. Éstas eran las iniciales de la mujer y ella había hecho ese mantel treinta y cinco años atrás, en Austria.
La mujer apenas podía creerlo cuando el pastor le contó cómo acababa de obtener el mantel. La mujer le explicó que, antes de la guerra, ella y su esposo tenían una posición económica holgada en Austria.
Cuando los nazis llegaron, la forzaron a irse. Su esposo debía seguirla la semana siguiente. Ella fue capturada, enviada a prisión y nunca volvió a ver a su esposo ni su hogar.
El sacerdote la llevó en su automóvil hasta su casa y ofreció regalarle el mantel, pero ella lo rechazó diciéndole que era lo menos que podía hacer.
Se sentía muy agradecida, pues vivía al otro lado de Staten Island y solamente estaba en Brooklyn por el día para un trabajo de limpieza de casa.
¡Qué maravilloso fue el servicio de la Nochebuena! La iglesia estaba casi llena. La música y el espíritu que reinaban eran increíbles.
Al final del servicio, el sacerdote despidió a todos en la puerta y muchos expresaron que volverían.
Un hombre mayor, que el sacerdote reconoció del vecindario, seguía sentado en uno de los bancos mirando hacia el frente, y el padre se preguntaba por qué no se iba. El hombre le preguntó dónde había obtenido ese mantel que estaba en la pared del frente, porque era idéntico al que su esposa había hecho años atrás en Austria, antes de la guerra, y ¿cómo podía haber dos manteles tan idénticos?
Él le relató al sacerdote cómo llegaron los nazis y cómo forzó a su esposa a irse, para la seguridad de ella, y cómo él estaba dispuesto a seguirla, pero había sido arrestado y enviado a prisión. Nunca volvió a ver a su esposa ni su hogar en todos aquellos treinta y cinco años.
El sacerdote le preguntó si le permitiría llevarlo con él a dar una vuelta.
Se dirigieron en el automóvil hacia Staten Island, hasta la misma casa donde había llevado a la mujer tres días atrás.
Él ayudó al hombre a subir los tres pisos de escalera que conducían al apartamento de la mujer, tocó en la puerta y presenció la más bella reunión de Navidad que pudo haber imaginado.

2 comentarios:

Anabel dijo...

Preciosa historia Alberto

Alberto dijo...

Gracias. La pena es que historias como esa no salen en los telediarios.

Besos.