lunes, 31 de enero de 2011

EGOÍSTAS


Todos somos egoístas. Todos. No hay más que hablar. Todos atendemos exclusivamente a nuestras necesidades en orden a lograr una felicidad que se podría definir como la satisfacción de esas necesidades. ¿Te has preguntado por el motivo último de cada uno de tus actos? Todo lo que haces lo haces por ti. Ya sea prestarle dinero a un amigo, ya sea comprarle un regalo a tu pareja, ya sea hacer una donación a una ONG. Con cada acción estamos satisfaciendo alguna de las cinco necesidades que Maslow recogió en su famosa pirámide: necesidades fisiológicas, de seguridad y protección, de aceptación, de autoestima y de autorrealización. A veces podemos atender con una misma conducta más de una de esas necesidades, pero siempre es una necesidad NUESTRA. Nadie hace nada por otra persona que no sea en beneficio propio.

¿Quién es más egoísta, el niño que se compra un helado, o el que le echa el dinero a un mendigo? Ninguno más que el otro. El primero satisface una necesidad y el segundo otra. Diferentes, pero propias. En el egoísmo no hay grados: no se puede ser más o menos egoísta. Se es egoísta y punto.

Los comportamientos altruistas son una manifestación de la necesidad propia de ayudar a otros. Un buen ejemplo lo ofrece la madre Teresa de Calcuta, que rechazaba los homenajes. Decía que ella hacía eso porque era egoísta, que lo hacía porque así era feliz. Tenía conciencia de que en esa generosidad y ese altruismo, la primera beneficiada era ella.

En algún lugar leí de una cultura en la que cuando alguien le hace un regalo a otro, éste dice: gracias, y el otro dice: gracias. Gracias por el regalo. Gracias porque me permites satisfacer mi necesidad de ser generoso.

Cuando alguien te llama egoísta, lo que te está diciendo es que dejes de pensar en ti... y pienses en él. Qué gracia. Ambroce Bierce definió al egoísta como “un tipejo más interesado en su bienestar que en el mío propio”. Hay que tener mala sangre... como aquel de los dos amigos que se dispusieron a comerse una tarta. Uno de ellos la partió en dos trozos desiguales y se quedó el más grande. El otro se apresuró a decirle:

  • Eres un egoísta. Te has quedado con el trozo más grande.

  • ¿Qué hubieras hecho tú?

  • Darte el trozo grande a ti.

  • Bueno, pues ya lo tengo. ¿Dónde está el problema?


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