martes, 31 de agosto de 2010

EL FIN DE LAS VACACIONES

    Dios, qué locura –pienso cada vez que despega el avión en el que viajo-. Doscientas personas en el interior de un aparato que echa a volar hasta alcanzar alturas de miedo. Una locura... Pero todo lo que empieza acaba: el viaje, las experiencias, las vacaciones. Y como siempre: dar gracias. Por las comidas que compartí con las personas que quiero, por las novedosas y bellas imágenes que acariciaron mis retinas, por las sorpresas que recibí, por las desgracias que no ocurrieron... por haber empleado con satisfacción un tiempo de ocio que a mucha gente se le atraganta. Dice el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi que el más fácil disfrutar del trabajo que del tiempo libre. La explicación es que “el trabajo tiene metas, retroalimentación, reglas y desafíos, todo lo cual consigue que uno se implique en el trabajo, se concentre y se pierda en él. El tiempo libre, por otra parte, no está estructurado, requiere de un esfuerzo mayor para convertirse en algo que pueda disfrutarse”.

Todo lo que viví en ese tiempo libre quedará en las fotos, en la memoria y en cada una de mis células, rejuveneciendo mi alma y aderezando una vida que en breve volverá a familiarizarse con el despertador, el trabajo y una rutina susceptible de caer en la trampa de sumergirse en la melancolía de días sin tiempo y aromas cálidos, pero que tratará de sortearla para enfocarse en el infinito presente y seguir creando momentos dignos de ser recordados, que no son aquellos en los que nos enamoramos o cumplimos nuestros sueños, sino aquellos en los que vivimos despiertos cada segundo, reflejando la belleza que nos rodea, fluyendo en esta misteriosa danza que poco a poco se va volviendo más ligera.


3 comentarios:

MYA dijo...

Me encanta tu forma de escribir, he disfrutado mucho de este post.

Besos.

Concha Barbero de Dompablo dijo...

Estoy de acuerdo contigo, con el autor de Fluir (que cualquiera escribe su nombre :-) y con MYA. No me pierdo ni una entrada tuya ;-)

Alberto dijo...

Gracias y besos a las dos, Mya y Concha. No, si al final va a merecer la pena esto de escribir en un blog... ;-)