domingo, 1 de julio de 2007

MIEDOS

Ayer estuve en el Tivoli con un primo, su novia y una amiga. Querían entrar en el pasaje del terror e insistían en que les acompañara. No me apetecía, pues recordaba vagamente que la vez que lo hice unos años atrás me decepcionó la experiencia. Sencillamente, no me asustaban los actores. Pero insistían y al final accedí a entrar. Debí haber aguantado. Pagué cinco euros por un paseíto en el que no sentí el menor sobresalto. Hasta ellos salieron decepcionados.
¿Qué miedo podía producirme alguien disfrazado de monstruo que no me podía tocar? Ya he tenido bastante con el catálogo de miedos que he padecido en mi vida: miedo a la soledad, a la gente, al sexo, al qué dirán, al ridículo, al sufrimiento... miedos que a veces alcanzaban una intensidad absolutamente paralizante.
Por experiencia he llegado a considerar el miedo como el mayor enemigo de la vida. Es una sensación que te limita, te paraliza, te empobrece, te corroe el corazón y la mente y te relega a la más vil mediocridad.
Pocas cosas hay más reforzantes que enfrentar el miedo y salir bien parado, comprobando que es una máscara vacía, una pompa de jabón, un absurdo cuento que te fuiste creyendo y que puedes volver a escribir a tu gusto.
Hace un tiempo escribí:

Cuando no se tiene miedo
la vida se pone de tu parte,
se ponen en marcha los sueños,
el tedio se pone a rifarte.

Cuando no se tiene miedo
lo de siempre es diferente,
el pasado importa un bledo
lo que cuenta es el presente.

Cuando no se tiene miedo
la suerte te pone en su agenda,
encuentras la llave del cielo,
tus ojos se quitan la venda.

Cuando no se tiene miedo
la vida cambia de color
y empieza a ser un juego
donde siempre gana el amor
.

No hay comentarios: