sábado, 28 de abril de 2007

LA FRAGILIDAD DE LA VIDA

"Adiós, amigos, ¡voy hacia la gloria!", fue lo último que dijo la bailarina Isadora Duncan a un grupo de amigos, antes de montarse en el coche donde murió. Al arrancar el conductor, su larga bufanda se enredó entre las ruedas del automóvil y le partió el cuello.
La muerte, la desgracia, la sombra, está siempre al acecho. La vida es pura fragilidad. Hace poco leí una noticia sobre el miembro de un grupo de música tradicional asturiana que me gusta. Simplemente, amaneció muerto en la cama. ¿Un infarto? Tenía 30 años. También supe hace unos días de alguien que se levantó por la mañana y se había quedado sordo a consecuencia de una embolia.
Siempre puede pasar cualquier cosa, y esto debería ser suficiente para valorar cada segundo de nuestra vida. Aquí estoy yo ahora, tecleando en mi ordenador con conexión a internet, tras haber comido un buen plato de espaguetis, delante de una ventana por donde asoma una tarde espléndida. Esto es la felicidad. Lo demás son cuentos. No hay que esperar a encontrar al amor de tu vida, ni que te suban el sueldo, ni que te inviten a una fiesta. Hay que ser feliz ya, en este preciso momento.
Hace algunos años leí un titular de una entrevista a Javier Sardá donde decía: "que no nos suceda nada malo ya es algo extraordinario".
Estoy completamente de acuerdo.

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