miércoles, 16 de junio de 2010

DAR CONSEJOS

Soy poco amigo de dar consejos. Prefiero sugerir, proponer sutilmente, pero sin imponer, huyendo del “yo que tú...” o del “lo que tienes que hacer es...”. Dar consejos tiene tres contraindicaciones:

1.Lo que es bueno para mí puede no serlo para otros.
2.Si doy una solución estoy creando una dependencia, pues no permito que los demás aprendan solos a resolver sus problemas.
3.Cada consejo es una nueva responsabilidad que sumo a las mías propias.

Así, para mí lo ideal es conducir al otro y acompañarlo a que encuentre su propia solución. Para ello conviene olvidarse de la solución que a nosotros nos parece apropiada y explorar otros caminos preguntandole al otro, por ejemplo: ¿qué pasaría si...?, y no caer en la trampa de contestar si te pregunta: ¿tú qué harías en mi lugar?

Muchas veces, la ayuda no precisa de una solución concreta. Es suficiente con generar un clima donde el otro se sienta aceptado y escuchado. Eso le puede infundir la confianza suficiente para hacer frente al problema de la manera adecuada.

En definitiva, se trata de actuar con empatía y paciencia, apartando amablemente a ese ego nuestro que busca el agradecimiento ajeno y la sensación de superioridad. Termino con una frase de cuyo autor no tengo el nombre: “Si hiciéramos caso de los consejos de los demás, andarían mucho mejor las cosas de los demás”.

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