Soy poco amigo de dar consejos. Prefiero sugerir, proponer sutilmente, pero sin imponer, huyendo del “yo que tú...” o del “lo que tienes que hacer es...”. Dar consejos tiene tres contraindicaciones:
1.Lo que es bueno para mí puede no serlo para otros.
2.Si doy una solución estoy creando una dependencia, pues no permito que los demás aprendan solos a resolver sus problemas.
3.Cada consejo es una nueva responsabilidad que sumo a las mías propias.
Así, para mí lo ideal es conducir al otro y acompañarlo a que encuentre su propia solución. Para ello conviene olvidarse de la solución que a nosotros nos parece apropiada y explorar otros caminos preguntandole al otro, por ejemplo: ¿qué pasaría si...?, y no caer en la trampa de contestar si te pregunta: ¿tú qué harías en mi lugar?
Muchas veces, la ayuda no precisa de una solución concreta. Es suficiente con generar un clima donde el otro se sienta aceptado y escuchado. Eso le puede infundir la confianza suficiente para hacer frente al problema de la manera adecuada.
En definitiva, se trata de actuar con empatía y paciencia, apartando amablemente a ese ego nuestro que busca el agradecimiento ajeno y la sensación de superioridad. Termino con una frase de cuyo autor no tengo el nombre: “Si hiciéramos caso de los consejos de los demás, andarían mucho mejor las cosas de los demás”.
1.Lo que es bueno para mí puede no serlo para otros.
2.Si doy una solución estoy creando una dependencia, pues no permito que los demás aprendan solos a resolver sus problemas.
3.Cada consejo es una nueva responsabilidad que sumo a las mías propias.
Así, para mí lo ideal es conducir al otro y acompañarlo a que encuentre su propia solución. Para ello conviene olvidarse de la solución que a nosotros nos parece apropiada y explorar otros caminos preguntandole al otro, por ejemplo: ¿qué pasaría si...?, y no caer en la trampa de contestar si te pregunta: ¿tú qué harías en mi lugar?
Muchas veces, la ayuda no precisa de una solución concreta. Es suficiente con generar un clima donde el otro se sienta aceptado y escuchado. Eso le puede infundir la confianza suficiente para hacer frente al problema de la manera adecuada.
En definitiva, se trata de actuar con empatía y paciencia, apartando amablemente a ese ego nuestro que busca el agradecimiento ajeno y la sensación de superioridad. Termino con una frase de cuyo autor no tengo el nombre: “Si hiciéramos caso de los consejos de los demás, andarían mucho mejor las cosas de los demás”.
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