jueves, 31 de diciembre de 2009

SER SABIOS

Fernando Sánchez Dragó diferenciaba en un post reciente de su blog entre el filósofo y el sabio. El filósofo ama la sabiduría, y la busca. El sabio va más allá: la encuentra, la practica, la convierte en norma de su existencia, y es feliz. Mucha gente tiende a quedarse en lo primero. Lee, observa, busca, inquiere, y acumula una sabiduría que, sin embargo, no la convierte en sabia, porque se queda en la teoría. Sabe lo que tiene que hacer para ser feliz, pero no lo lleva a la práctica. Los budistas dicen que saber y no hacer es igual que no saber. Y así terminamos por no saber que no sabe quien sólo sabe (ya me esto liando), que correr no suele llevar a ninguna parte, que lo arriesgado es no arriesgarse, que a veces lo más pequeño es lo más grande, que paga ganar hay que saber perder, que para hablar no se necesitan palabras, que a veces la mejor compañía es estar solo, que gritar produce sordera, que todo final es un comienzo, que la mayoría de nuestras pesadillas no son más que sueños, que hay caricias que arañan y besos que duelen, que la vida es imprevisible, que no debemos confundir torpeza con miedo, ni paz con seguridad, ni distanciamiento con indiferencia, ni valentía con temeridad, ni desacuerdo con conflicto, ni aceptación con pasividad, ni sinceridad con insolencia, ni amor con dependencia.

Termina un tiempo en el que volví a olvidar algunas de las verdades que no debieran olvidarse, lo que me llevó a transitar por viejos senderos que no me llevaron a buen puerto. Fue duro, pero aquí estoy, a las puertas de un nuevo año y con la intención de seguir al pie del cañón, limpiando mi sombra, recorriendo caminos luminosos, buscando llaves para acceder a mi tesoro interior. A pesar de todo lo vivido, todo queda por vivir.

A todos los que me leéis os deseo, de todo corazón, que vuestra agenda del 2010 rebose de energía amorosa, creativa, armoniosa. Que los mejores momentos de vuestro pasado sean los peores de vuestro futuro. Gracias.

lunes, 14 de diciembre de 2009

LA FELICIDAD

Hace poco vi una entrevista al psiquiatra Jorge Bucay. Le preguntaron: ¿es usted feliz? y respondió: sí, absolutamente. Por fin, me dije, ya era hora de encontrar a alguien capaz de dar esa respuesta. Porque estoy un poco aburrido de oír los tópicos de siempre: la felicidad absoluta no existe, la felicidad son momentos, etc. A veces me preguntaba si era la única persona en la tierra que creía en la felicidad absoluta, pero la respuesta de Bucay me confirma que no estoy solo. Un brindis por el argentino.

Está claro que no entiendo por felicidad absoluta una alegría constante, un entusiasmo loco sin momentos de tristeza o dificultad. Para mí la felicidad es un estado de consciencia en el que priman la gratitud por cada bien que llega a nuestra vida y la aceptación de cada dificultad con la confianza en que por dura que sea, tiene un significado positivo que tarde o temprano encontraremos; una armonía interna que se refleja en nuestro entorno; una certeza de sabernos en el camino correcto hacia algo que da sentido a nuestra vida; una sabiduría que nos permite apreciar cada segundo que empleamos en recorrer ese camino; una paz que no deja de acompañarnos cuando el dolor nos abraza; una confianza en que todo tiene su razón de ser.

A Fernando Fernán-Gómez le preguntaron también una vez si era feliz. “¿Yo feliz? ¿Pero por quién me ha tomado usted?” Sí, hay quien piensa que la felicidad es de tontos, de ingenuos, que es imposible ser feliz en un mundo en el que se suicida una persona cada cuarenta segundos.

Quizás sea tonto, o ingenuo, pero me importa un pimiento. Lo que sé es que en esta tarde de un día de diciembre, creo en la felicidad.

Ya está.