miércoles, 15 de julio de 2009

EL MUNDO COMO ESPEJO


Antonio Machado escribió: “Busca en tu prójimo espejo; pero no para afeitarte, ni para teñirte el pelo”. ¿Para qué entonces? Para observarnos a nosotros mismos, para conocernos, para mejorarnos. En el momento en que nos miramos en el espejo del otro dejamos de considerarlo un enemigo y se convierte en una oportunidad para aprender algo útil. Por eso es interesante observar lo que pensamos sobre los demás, porque eso dice algo de nosotros. Igualmente conviene prestar atención a cómo nos vemos, porque eso dice algo de cómo vemos a los demás.

El mundo es un reflejo de uno mismo. Hace años me parecía un mal lugar para vivir, lleno de injusticia y sufrimiento. A medida que fui aceptándome fui aceptando el mundo. Hay sufrimiento, pero también hay felicidad. Hay luces y sombras, como en cada uno de nosotros. Todos poseemos todas las cualidades humanas existentes. Podemos ser cobardes y valientes, generosos y mezquinos, inteligentes y estúpidos. En según qué momentos tienen más peso unas cualidades que otras, pero al igual que no puede haber luz sin sombra, no podemos poseer una cualidad sin su opuesta.

Hay que aceptar nuestros defectos y fortalecer nuestra virtudes. Cuando negamos nuestros defectos, nuestras virtudes no brillan, porque al anular una cualidad se anula también la opuesta. En el momento que aceptamos nuestra estupidez nos volvemos más inteligentes. Cuando aceptamos nuestra cobardía nos volvemos más valientes.

Al mirarnos en los demás podemos descubrir nuestros puntos débiles. Se dice que cuando señalas a alguien, un dedo apunta hacia la otra persona pero hay tres que señalan hacia ti. Como dice Eva Bach: “Aquello que te molesta en otros puede que sea algo que no aceptas en ti mismo. Te incomoda ver la ira o el dolor ajeno cuando seguramente no puedes ver o manejar tu propia ira o tu propio dolor”.

Proyectamos en los demás nuestras flaquezas. Con frecuencia, decir a los demás lo que deberían hacer es una forma de recordarnos lo que deberíamos hacer nosotros. Si estamos en paz con nosotros, ¿qué necesidad tenemos de decir nada al otro, si lo aceptamos tal cual?

En definitiva: el mundo, los demás, no son como son, sino como los ves. Tal como ves el mundo, te ves a ti mismo. Y lo que te hagas a ti mismo, se lo harás al mundo. Porque el mundo no está ahí fuera. El mundo está dentro de ti. Tú eres el mundo.

4 comentarios:

Concha Barbero de Dompablo dijo...

¡Y cómo cambia todo, a mejor, cuando entendemos todo esto que explicas de maravilla!

Nebroa dijo...

Cuando lo entendemos, lo practicamos y lo experimentamos. Cierto.
Hola! Puedo pasar?

Alberto dijo...

Cierto Concha, todo cambia a mejor, que es de lo que se trata. Gracias por visitar mi blog.

A ti también, Nebroa. Por supuesto que puedes pasar. La entrada es gratuita.

Jose Manuel dijo...

Estupenda exposición, muy aclaradora para mí. Gracias