viernes, 15 de abril de 2011

RELACIONES DE PAREJA

Las relaciones de pareja... Un mundo. Para empezar, hay muchos tipos:

  • Matrimonio tradicional. Por la iglesia (o por lo civil), convivencia a tiempo completo, exclusividad sexual.

  • Relación de hecho. Igual que el anterior pero sin casamiento.

  • Matrimonio o pareja abierta. No exige exclusividad sexual.

  • Pareja sin convivencia. Cada uno en su casa. (submodalidad: conviven los fines de semana, o determinados días)

  • Amigos con derecho a roce. Amistad que comparte sexo ocasionalmente.

  • Amantes. Relación basada en el sexo furtivo.


Estas son algunas posibilidades, pero hay más. El abanico nunca ha sido tan amplio. Los factores principales que determinan el tipo de relación que se establece son el amor y el sexo. Conviene tener claro que la diferencia entre lo uno y lo otro para no dar pie a errores. Los principales son:
  • Confundir el sexo con el amor. Es raro en las mujeres, pero no tanto en los hombres. Unas cuantas sesiones de buen sexo, y ya se creen enamorados. Tranquilidad. El sexo sin amor es bueno, el amor sin sexo también, y el sexo con amor es lo mejor. Pero quede claro: el sexo no es amor.

  • Confundir el amor con el sexo. Tanto el hombre como la mujer nos podemos enamorar de otra persona sin sentirnos atraídos físicamente. No es lo habitual, pero sí, es posible el amor sin sexo, y cuando se da no hay por qué clamar al cielo. El sexo no es ninguna obligación.

  • Confundir la fidelidad con el amor. Si el sexo no es amor, se puede desear a otra persona sin dejar de amar a tu pareja. Que te sea fiel no significa que te quiera, y viceversa. Si realmente se ama a la pareja, ¿por qué cortarle las alas?

  • Confundir el matrimonio con el amor. El amor es irracional, el matrimonio no. El amor es dinamismo, expansión, libertad. El matrimonio es convención, seguridad, condiciónal.

Eso lleva a tener que plantearse qué es lo que uno quiere, lo que a uno más le interesa, pero sin rigidez. Al igual que uno mismo, las relaciones cambian, y lo que en una etapa nos convino, ahora puede no hacerlo. Hay que prestar atención, testear la relación cada cierto tiempo y preguntarnos si es eso lo que queríamos. Si no es así caben dos opciones: promover los cambios para que la relación se adecúe a lo que queremos, o terminar la relación y establecer otra más acorde con nuestros deseos.

Conviene no hacerse una idea predeterminada de lo que es el amor. Muchas relaciones se frustran por no estar a la altura de unas expectativas irreales fomentadas por el cine, la televisión, las novelas y las canciones, que no suelen reflejar la realidad amorosa al hablar de un amor hiperromántico, posesivo e inmaduro.

Hay personas que ponen tales condiciones al amor que difícilmente lo encuentran. Buscan a alguien “con los ojos azules”, “que sea médico”, “que le gusten los animales”... en definitiva, buscan un sueño, no a una persona. El primer objetivo de una relación debe ser el verdadero encuentro entre sus miembros, de persona a persona, algo que hay que trabajar enfrentando los miedos personales y las heridas emocionales que todos arrastramos. A partir de ahí ya se trata de dejarse llevar por la relación, aprendiendo a escucharnos a nosotros y al otro. No hay un tipo de relación mejor que otra. Cada relación debe encontrar su camino. Como dice Jeff Foster: “la intimidad siempre debe venir antes de la “tradición”, antes de “lo que se espera”, “lo que es normal” o “lo que hacen los demás”.

Para amar a otra persona, antes tienes que amarte a ti mismo, se suele decir. Sí, pero hasta cierto punto. Si esperas a amarte completamente, es posible que te quedes solo/a. El otro está para recibir el amor que le podemos dar, pero también para darnos la oportunidad de aprender sobre nosotros, de desenmascarar nuestro ego, de hacernos más conscientes y amorosos. Eckhart Tolle dice que esa debe ser la finalidad de una relación, antes que la de ser felices.

Parece que fue Sócrates el que dijo: “tanto si te casas, como si no te casas, te arrepentirás”. Yo lo cambiaría por: ámate a ti mismo y tanto si te casas, como si no te casas, serás feliz.


viernes, 1 de abril de 2011

OBJETIVOS


Se dice que para vivir hay que tener objetivos, proyectos que nos ilusionen, que nos motiven, que saquen lo mejor de nosotros mismos.

A la hora de plantearse un objetivo, lo primero es saber qué te gusta, qué te atrae, que te interesa. No todo el mundo lo sabe. Es más fácil saber lo que no te gusta. Una vez que tienes claro lo que te interesa (el deporte, correr, por ejemplo), hay que definir el objetivo (por ejemplo participar en alguna prueba). El siguiente paso consiste en planificar la manera de alcanzarlo (buscar un entrenador, en plan autodidacta, etc.). Y por último, hay que ponerse en marcha. En este último paso es donde muchas personas fallan, y suele deberse a que antes no se ha planificado correctamente el logro del objetivo. El trabajo diario hay que introducirlo gradualmente, para ir estableciendo el hábito. Si se empieza fuerte desde el principio, es fácil caer en la pereza.

Sobretodo, lo importante es empezar. Por la ley de la inercia, un cuerpo en reposo tiende a permanecer en reposo, mientras que un cuerpo en movimiento tiende a seguir en movimiento. Una vez se empieza, todo es más fácil.

En relación al tiempo, hay que tener cuidado con no poner en el objetivo más peso del que se debe. Si se pone demasiado empeño en conseguirlo, se pueden descuidar otras áreas importantes de la vida, mientras que si no se hace el suficiente esfuerzo, será difícil que se logre el objetivo. Como tantas veces, lo ideal es el punto medio. Hay que esforzarse, pero sin olvidar que lo primordial es el paso que se está dando ahora, de lo contrario el precio que se pague puede ser demasiado alto.

Otro aspecto importante es la razón del objetivo elegido. ¿Responde a tu deseo ó al de tu ego? ¿Qué quieres conseguir con él?

La flexibilidad, también es importante. Pueden cambiar las circunstancias y hay que estar abiertos a reajustes, a modificaciones en algunos de los pasos citados anteriormente. Empeñarse en lograr un objetivo sólo porque una vez se planteó es tontería. Las prioridades pueden cambiar y una reestructuración o una retirada a tiempo puede evitar el lamento.

Por último, pienso que todos los logros que se puedan plantear son diferentes expresiones de un único objetivo: encontrar el Dios interior, lo que somos, nuestra verdadera naturaleza. Que a medida que uno se acerca a ello, plantearse objetivos pierde su interés y basta con dejarnos llevar por la vida comprobando que, simplemente, no hay nada que hacer. La vida se vive sola.