viernes, 31 de julio de 2009

MENTE Y CUERPO

Leo en un libro de Mario Alonso Puig, especialista en cirugía general y del aparato digestivo, un caso interesante. Una mujer acudió a su consulta con una gran bolsa en la que contenía un extenso historial médico con informes y radiografías. Durante tres años había pasado por varios médicos, sin que ninguno lograra curar los dolores de estómago que padecía. Finalmente parecía ser "cosa de nervios" y seguía un tratamiento que a duras penas la aliviaba. El médico consultó todo su historial, y viendo que todas las pruebas eran correctas y no había nada que objetar, decidió probar algo nuevo y le preguntó a la paciente si había algo en su vida cotidiana que le generase mucha ansiedad. Tras pensar un poco, contestó: "mi jefe. No lo soporto". "Lo que quiero que haga es que desde mañana, hasta que nos volvamos a ver en un par de semanas, cada vez que se encuentre con su jefe le sonría". Habría que ver la cara de la mujer. Tras resistirse un poco, la paciente decidió intentarlo. Dos semanas más tarde, el dolor de estómago había desaparecido.

Este ejemplo ilustra claramente la importancia que tienen las actitudes, la mente, en la salud de nuestro organismo. Está bastante documentada la influencia tanto de la mente en el cuerpo como del cuerpo en la mente. Lo que es bueno para uno lo es para el otro. “Mens sana in corpore sano”, decían los romanos.

Una de las prescripciones para los estados depresivos y la ansiedad es la actividad física. Una simple caminata de media hora puede ser muy benéfica. Hay quien denosta el deporte, considerándolo una actividad sin interés, pero la práctica deportiva es algo más que un mero pasatiempo. Proporciona oportunidades para relacionarnos, fortalece nuestro organismo, mejora nuestra estética corporal y nuestro estado de ánimo, ¿se puede pedir más? Otras actividades aconsejables son el yoga, el baile, la danza. El movimiento es vida.

Otro aspecto a tener en cuenta es nuestra relación con el sentido del tacto. Nos tocamos poco. Las caricias y los abrazos son una fuente no sólo de placer, sino también de salud. Se conoce el experimento con niños huérfanos de un asilo que fueron divididos en dos grupos. A uno de ellos lo tocaron con frecuencia mediante caricias, achuchones, etc., mientras que con el otro se mantuvo la distancia. Al cabo del tiempo se comprobó que los niños del primer grupo habían sufrido menos enfermedades que los del segundo.

Hay que mimar al cuerpo, respetarlo y cuidarlo. La mente no está en el cuerpo, sino que el cuerpo forma parte de la mente. El amor a uno mismo abarca hasta el último átomo de nuestro organismo.


miércoles, 15 de julio de 2009

EL MUNDO COMO ESPEJO


Antonio Machado escribió: “Busca en tu prójimo espejo; pero no para afeitarte, ni para teñirte el pelo”. ¿Para qué entonces? Para observarnos a nosotros mismos, para conocernos, para mejorarnos. En el momento en que nos miramos en el espejo del otro dejamos de considerarlo un enemigo y se convierte en una oportunidad para aprender algo útil. Por eso es interesante observar lo que pensamos sobre los demás, porque eso dice algo de nosotros. Igualmente conviene prestar atención a cómo nos vemos, porque eso dice algo de cómo vemos a los demás.

El mundo es un reflejo de uno mismo. Hace años me parecía un mal lugar para vivir, lleno de injusticia y sufrimiento. A medida que fui aceptándome fui aceptando el mundo. Hay sufrimiento, pero también hay felicidad. Hay luces y sombras, como en cada uno de nosotros. Todos poseemos todas las cualidades humanas existentes. Podemos ser cobardes y valientes, generosos y mezquinos, inteligentes y estúpidos. En según qué momentos tienen más peso unas cualidades que otras, pero al igual que no puede haber luz sin sombra, no podemos poseer una cualidad sin su opuesta.

Hay que aceptar nuestros defectos y fortalecer nuestra virtudes. Cuando negamos nuestros defectos, nuestras virtudes no brillan, porque al anular una cualidad se anula también la opuesta. En el momento que aceptamos nuestra estupidez nos volvemos más inteligentes. Cuando aceptamos nuestra cobardía nos volvemos más valientes.

Al mirarnos en los demás podemos descubrir nuestros puntos débiles. Se dice que cuando señalas a alguien, un dedo apunta hacia la otra persona pero hay tres que señalan hacia ti. Como dice Eva Bach: “Aquello que te molesta en otros puede que sea algo que no aceptas en ti mismo. Te incomoda ver la ira o el dolor ajeno cuando seguramente no puedes ver o manejar tu propia ira o tu propio dolor”.

Proyectamos en los demás nuestras flaquezas. Con frecuencia, decir a los demás lo que deberían hacer es una forma de recordarnos lo que deberíamos hacer nosotros. Si estamos en paz con nosotros, ¿qué necesidad tenemos de decir nada al otro, si lo aceptamos tal cual?

En definitiva: el mundo, los demás, no son como son, sino como los ves. Tal como ves el mundo, te ves a ti mismo. Y lo que te hagas a ti mismo, se lo harás al mundo. Porque el mundo no está ahí fuera. El mundo está dentro de ti. Tú eres el mundo.