martes, 30 de junio de 2009

PROBLEMAS

LA FRAGILIDAD DE LA VIDA

Hay una frase que he oído varias veces en mi vida: “todo el mundo tiene problemas”. Es cierto que a veces descubres que personas afortunadas y envidiadas tienen también su punto débil: alguna desgracia, un trauma o problema que desluce su éxito. Pero dudo que sea siempre así. Creo que hay personas que han aprendido a considerar los problemas como meras circunstancias, que tienen su lado bueno y su lado malo, y por tanto no los ven como obstáculos. Lo que para otros sería un problema para ellos no lo es.

Resolver un problema implica cambiar una situación o un comportamiento. Si no puedes cambiarlo no es un problema, sino una circunstancia que no tienes más remedio que aceptar. La dificultad para aceptarlo sí puede convertirse en un problema.

Los problemas se pueden clasificar en tres tipos:

1. Aquellos en los que no sé qué hacer para resolver una situación (ejemplo: estoy en paro, tengo deudas y no sé cómo pagarlas)

2. Aquellos en los que sé qué hacer, pero no cómo lograrlo (ejemplo: quiero encontrar un trabajo, pero no sé qué pasos dar para hacerlo)

3. Aquellos en los que sé cómo lograrlo, pero no me atrevo (ejemplo: sé cómo tengo que buscar trabajo, pero no me atrevo a ir a las entrevistas)

En definitiva, para resolver un problema tienes que saber qué quieres, cómo conseguirlo, y atreverte a ello.

Algo que todos deberíamos aprender es a distinguir entre problemas reales y problemas imaginarios. Los primeros son aquellos que tienen base en la realidad, situaciones que se producen en el presente y que quieres cambiar. Los segundos son producto de una mente que piensa demasiado y bloquea el flujo de la vida. Nos creamos problemas cuando prestamos más atención a lo que queremos, a lo que podemos perder, a lo que tuvimos... que a lo que tenemos. Los problemas imaginarios en principio no son problemas, sólo pensamientos, pero tienden a moldear la realidad y pueden llegar a crear problemas reales.


domingo, 14 de junio de 2009

RELACIONES DESTRUCTIVAS

Alguien dijo una vez que "todos tenemos un monstruo en el sótano"; heridas, complejos, carencias... la sombra, esa parte de nosotros que intentamos evitar pero que nos sigue allá donde vamos. Nadie es perfecto y todos tenemos algo de nosotros que si fuera posible arrancaríamos sin vacilar para arrojarlo a un agujero negro. Con los años vamos sorteando ese lado oscuro para acoplarnos en algún lugar de la vida, enterrándolo a veces tan profundamente que podemos llegar a olvidarlo.

Una circunstancia en la que esa parte oscura encuentra espacio para salir a la superficie es la relación de pareja. Es el mejor espejo para ver lo que no nos gusta de nosotros. Tarde o temprano, el espacio de intimidad y confianza en que se mueve la pareja propicia el afloramiento de la sombra, y si el grado de consciencia y madurez que poseen sus miembros no es muy alto, el sufrimiento está servido.

“Hombre mata a su ex y se suicida”; es el pan amargo de cada día, un goteo contínuo de horror que parece no tener fin. Un triste síntoma de una sociedad neurótica que no facilita el desarrollo interior de las personas. Muchos piensan que él es el malo y ella la buena, él el agresor y ella la víctima. “¿Por qué no se suicida él en lugar de matarla?”, he oído más de una vez. Sencillamente, porque es un hombre atrapado, ciego, desesperado. Hay que sufrir mucho para llegar al extremo de asestar varias puñaladas a la persona de la que dependes -porque en esas relaciones suele haber una dependencia mutua-. “¿Por qué no lo denuncia si él la maltrata?”, es otra pregunta habitual. Por muchos motivos: miedo, dependencia económica, los hijos, la incomprensión del entorno, etc.

No hay culpables, sólo víctimas. Dos personas que no lograron encontrar la manera de ser felices y terminaron destruyéndose mutuamente. No se trata de mayor control, ni de aumentar las condenas, sino de una educación emocional sana e inteligente en la que se fomente el desarrollo integral de la persona para que alcance una autonomía desde la cual entablar relaciones positivas y enriquecedoras.