viernes, 30 de septiembre de 2011

EL DINERO (II)


Hay quien piensa que una persona es generosa porque da limosna a los mendigos; hay quien tiene por tacaño a quien no deja propinas, y hay quien le reprocha a otro: “¿Por tres euros no te lo vas a comprar? Si eso no es nada... ”. Son tres ejemplos de inconsciencia en relación al dinero. Ya dije en mi anterior post que nuestra idea y actitud respecto a él es algo muy personal, en cuya conformación intervienen diversos factores que influyen a nivel subconsciente.

Quien dice dinero dice prosperidad, amor, vida. La relación que mantienes con todos los aspectos de tu vida está determinada por tu nivel de consciencia. Hay preguntas ineludibles: ¿quién eres? ¿cómo piensas? ¿cuáles son tus hábitos y creencias? ¿cómo te percibes a ti mismo? ¿qué grado de confianza tienes en ti mismo? ¿cómo te relacionas con los demás? ¿sientes verdaderamente que mereces tener dinero? ¿cuál es tu aptitud para actuar a pesar del miedo y los inconvenientes? Etc. En la medida en que tengas claras las respuestas, tu vida irá tomando el rumbo deseado.

Una idea interesante es observar lo que supone el dinero para nosotros, es decir, el significado que le damos. Hay personas para las cuales dinero es igual a placer, para otras es libertad, para otras es seguridad. Muchas peleas que la gente tiene por dinero no son por el dinero en sí, sino por el significado que le da.

Más preguntas a plantear: ¿tiendes a gastar o ahorrar? ¿sabes administrar bien tu dinero? ¿hasta qué punto estás dispuesto a trabajar por dinero? ¿supone una lucha conseguirlo, o te llega con facilidad? ¿tienes un negocio o un empleo?... hay que tomar la mayor conciencia posible de todas esas ideas y condicionamientos. Según Eker, “la mayoría de las personas piensan que el éxito en los negocios dependen principalmente de aptitudes y conocimientos empresariales o, al menos, de su don de la oportunidad en el mercado. Falso. Él éxito en tus negocios es consecuencia de tu patrón del dinero.”

Afirma también que los ricos piensan de forma muy distinta a los pobres o la clase media acerca del dinero, de la riqueza, de sí mismos, de los demás y de cualquier otro aspecto de la vida. Éstas son algunas de esas diferencias:

* La gente rica admira a otra gente rica. A la gente pobre le molesta la gente rica y próspera.

* La gente rica se compromete a ser rica. La gente pobre desearía ser rica.

* La gente rica se centra en lo que quiere. La gente pobre se centra en lo que no quiere.

* Los ricos son excelentes receptores. Los pobres son malos receptores.

Esta última me interesa: las personas pueden sentirse más o menos cómodas dando, pero a la hora de recibir, muchas se cortan por razones como sentirse indignas o no merecedoras (baja autoestima), o porque tienen arraigada la idea de que es mejor, más meritorio, más digno, dar que recibir. Algo totalmente falso. Dar está bien, pero ¿qué pasa cuando quieres dar y la otra persona no está dispuesta a recibir? Duele. Por eso es tan necesario dar como recibir, una cosa no es mejor ni está por encima de la otra.

Hay quien piensa que los pobres son gente más piadosa, espiritual o generosa que los ricos. No veo por qué. Los ricos son ricos y los pobres son pobres, y lo demás es especular.

Finalmente, Harv Eker va al meollo cuando dice: “Tu riqueza puede crecer únicamente hasta donde lo hagas tú. El objetivo es que crezcas hasta un lugar en el que puedas superar cualquier problema u obstáculo que se interponga en tu camino de crear riqueza y de conservarla”.


P.D.: Os informo que a partir de ahora, por cada post de mi blog que queráis leer tendréis que pagar 10 euros. Ya os daré mi número de cuenta.

jueves, 15 de septiembre de 2011

EL DINERO (I)

Es indudable que el dinero es una parte esencial de nuestras vidas. La relación que tenemos con él puede ser fuente de felicidad o desdicha. Dicen que no da la felicidad, y yo digo que depende. Hay mucho que aclarar.

Cada cierto tiempo, en el canal Cuatro suelen emitir un programa llamado “Ajuste de cuentas”, donde personas con problemas económicos son asesorados por expertos para superarlos. Lo que se puede ver en él es que esas personas tienen que atravesar un proceso psicológico y emocional para cambiar su actitud y su relación respecto al dinero. No se trata simplemente de cambiar hábitos conductuales, hay que llegar a la raíz del problema. Harv Eker, autor de “Los secretos de la mente millonaria”, dice que la falta de dinero no es un problema, sino un síntoma, un resultado. Si tu vida exterior no funciona es porque algo falla en tu interior.

Según Eker, la clave está en el patrón del dinero, que es una combinación de nuestros pensamientos, sentimientos y experiencias en relación con él. Este patrón es la “programación”, las ideas subconscientes que se fueron conformando en el pasado, especialmente cuando éramos niños. Esas ideas nos las transmitieron los padres, amigos, profesores, los medios de comunicación, la cultura. El patrón del dinero conforma nuestros pensamientos, que influyen en los sentimientos, éstos a su vez en las acciones, y las acciones en los resultados.

Así, todos hemos oído expresiones como: El dinero es el origen de todos los males; los ricos son mezquinos; está podrido de dinero; el dinero no da la felicidad, etc. Estas ideas no nos benefician y convendría cambiarlas por otras más productivas.

Otra influencia que ha condicionado nuestra actitud ha sido la de los modelos de referencia que tuvimos de niños. Cómo eran nuestros padres con respecto al dinero. Si gastaban mucho o eran ahorradores. Si era motivo de felicidad o de infelicidad.

El patrón del dinero explica por qué hay gente que se hace millonaria con la lotería, y a los pocos años se encuentra igual que antes, o por qué hay millonarios que lo pierden todo, y poco después han recuperado lo perdido. Hay personas programadas para ganar dinero, y hay otras programadas para perderlo.

Una idea importante es: ¿qué nos mueve a ganar dinero? Dice Eker: “Si tu motivación para adquirir dinero o éxito procede de una raíz no productiva, como el miedo, la rabia o la necesidad de “demostrar lo que vales”, el dinero nunca te reportará felicidad.”

¿Es importante el dinero? Quien diga que no, es porque no tiene un céntimo. Se suele decir que hay cosas más importantes, como el amor. ¿No es como decir que un brazo es más importante que una pierna? El dinero es importante, y el amor también. El dinero es importante para unas cosas, el amor para otras. Si el amor hace girar el mundo, el dinero hace girar las ruedas que transportan el material para construir colegios y hospitales.


jueves, 1 de septiembre de 2011

UNA HISTORIA

Pues eso, que quiero compartir con vosotros una hermosa historia que leí hace poco y que es verídica. Espero que os guste. Y si no, espero que volváis a entrar en mi blog... ahora que lo he hecho más bonito... ¿no?


EL MANTEL

UNA HISTORIA REAL, OFRECIA POR EL PADRE ROB REID

El nuevo sacerdote, recién asignado a su primer ministerio para reabrir una iglesia en los suburbios de Brooklyn, en Nueva York, llegó a comienzos de octubre entusiasmado con sus primeras oportunidades.
Cuando vio la iglesia, se encontró con que estaba en pésimas condiciones y requería mucho trabajo de reparación.
Se fijó la meta de tener todo listo a tiempo para oficiar su primer servicio en la Nochebuena.
Trabajó arduamente, reparando los bancos, empañetando las paredes, pintando, etc., y para el 18 de diciembre ya había casi concluido con los trabajos, adelantándose a la meta trazada.
El 19 de diciembre cayó una terrible tormenta, que azotó el área por dos días completos.
El día 21, el sacerdote fue a ver la iglesia. Su corazón se contrajo cuando vio que el agua se había filtrado a través del techo, causando que un área considerable del pañote -de unos seis por dos metros y medio- cayese de la pared frontal del santuario, exactamente detrás del púlpito, dejando un hueco que empezaba como a la altura de la cabeza.
El sacerdote limpió los cascotes del piso y no sabiendo qué más hacer, sino posponer el servicio de Nochebuena, salió hacia su casa.
En el trayecto observó que una tienda local estaba llevando a cabo una venta del tipo “mercado de pulgas”, con fines caritativos y decidió entrar. Uno de los artículos era un hermoso mantel hecho a mano, color hueso, con un trabajo exquisito de aplicaciones, bellos colores y una cruz bordada en el centro.
Era justamente del tamaño adecuado para cubrir el hueco en la pared frontal.
Lo compró y volvió hacia la iglesia. Ya para ese entonces había comenzado a nevar. Una mujer mayor iba corriendo en dirección opuesta tratando de alcanzar el autobús, pero finalmente lo perdió.
El sacerdote la invitó a esperar en la iglesia, donde había calefacción, hasta el próximo autobús, que tardaría cuarenta y cinco minutos, o más, en llegar. La señora se sentó en el banco sin prestar atención al pastor, mientras éste buscaba una escalera, ganchos, etc., para colocar el mantel como tapiz en la pared.
El sacerdote apenas podía creer lo hermoso que lucía y cómo cubría todo el área del problema. Entonces él miró a la mujer, que venía caminando hacia abajo desde el pasillo del centro.
Su cara estaba blanca como una hoja de papel.
Padre, ¿dónde consiguió usted ese mantel?
El padre le explicó. La mujer le pidió revisar la esquina inferior derecha para ver si las iniciales EGB aparecían bordadas allí.
Sí, estaban. Éstas eran las iniciales de la mujer y ella había hecho ese mantel treinta y cinco años atrás, en Austria.
La mujer apenas podía creerlo cuando el pastor le contó cómo acababa de obtener el mantel. La mujer le explicó que, antes de la guerra, ella y su esposo tenían una posición económica holgada en Austria.
Cuando los nazis llegaron, la forzaron a irse. Su esposo debía seguirla la semana siguiente. Ella fue capturada, enviada a prisión y nunca volvió a ver a su esposo ni su hogar.
El sacerdote la llevó en su automóvil hasta su casa y ofreció regalarle el mantel, pero ella lo rechazó diciéndole que era lo menos que podía hacer.
Se sentía muy agradecida, pues vivía al otro lado de Staten Island y solamente estaba en Brooklyn por el día para un trabajo de limpieza de casa.
¡Qué maravilloso fue el servicio de la Nochebuena! La iglesia estaba casi llena. La música y el espíritu que reinaban eran increíbles.
Al final del servicio, el sacerdote despidió a todos en la puerta y muchos expresaron que volverían.
Un hombre mayor, que el sacerdote reconoció del vecindario, seguía sentado en uno de los bancos mirando hacia el frente, y el padre se preguntaba por qué no se iba. El hombre le preguntó dónde había obtenido ese mantel que estaba en la pared del frente, porque era idéntico al que su esposa había hecho años atrás en Austria, antes de la guerra, y ¿cómo podía haber dos manteles tan idénticos?
Él le relató al sacerdote cómo llegaron los nazis y cómo forzó a su esposa a irse, para la seguridad de ella, y cómo él estaba dispuesto a seguirla, pero había sido arrestado y enviado a prisión. Nunca volvió a ver a su esposa ni su hogar en todos aquellos treinta y cinco años.
El sacerdote le preguntó si le permitiría llevarlo con él a dar una vuelta.
Se dirigieron en el automóvil hacia Staten Island, hasta la misma casa donde había llevado a la mujer tres días atrás.
Él ayudó al hombre a subir los tres pisos de escalera que conducían al apartamento de la mujer, tocó en la puerta y presenció la más bella reunión de Navidad que pudo haber imaginado.