domingo, 31 de julio de 2011

ESPERANZA



Un día, las estrellas del cielo se acercaron a Dios y le dijeron:
- Nos gustaría vivir en la Tierra entre los hombres.
- Así será hecho. Las conservaré a todas ustedes pequeñitas, como son vistas, para que puedan bajar a la Tierra.
Aquella noche hubo una linda lluvia de estrellas.
Unas se acurrucaron en las torres de las iglesias; otras fueron a jugar y a correr junto con las luciérnagas por los campos, y algunas se mezclaron con los juguetes de los niños... Y la Tierra quedó maravillosamente iluminada. Pero con el transcurrir del tiempo, las estrellas decidieron abandonar a los hombres y volver al cielo, dejando la Tierra oscura y triste.
- ¿Por qué volvieron? -preguntó Dios, a medida que iban llegando al cielo.
- Señor... no nos fue posible permanecer en la Tierra. Allí existe mucha miseria y violencia, mucha maldad, mucha injusticia...
Y Dios les dijo:
- ¡Claro! El lugar de ustedes está aquí, en el cielo; la Tierra es el lugar de lo transitorio, de aquello que pasa, de aquel que cae, de aquel que yerra, de aquel que muere... Nada es perfecto. El cielo es el lugar de la perfección, de lo inmutable, de lo eterno; donde nada perece.
Después de llegar todas las estrellas y verificar su número, Dios habló de nuevo:
- Nos falta una estrella... ¿se habrá perdido en el camino?
Un ángel, que estaba cerca, replicó:
- Señor, una estrella decidió quedarse entre los hombres; ella descubrió que su lugar es exactamente donde existe la imperfección, donde hay límites, donde las cosas no van bien, donde hay lucha y dolor.
- ¿Y cuál estrella es esa? -volvió Dios a preguntar.
Es la esperanza, Señor; la estrella verde... La única estrella de ese color.
Y cuando miraron a la Tierra, la estrella no estaba sola. La Tierra estaba nuevamente iluminada porque había una estrella verde en el corazón de cada persona.

**************

No estoy seguro de que mientras hay vida hay esperanza. A veces Dios aprieta pero no afloja. Hay heridas que nunca cicatrizan, y dolores que nunca cesan. Se sigue existiendo, pero eso no tiene nada que ver con vivir. Lo que no cuestiono es lo contrario, que mientras hay esperanza, hay vida. Más grande o más pequeña, más pesada o más ligera, pero una vida que aspira a otra mejor. La esperanza tiende a la acción, siempre que ésta sea posible. Si no lo es, tiende a la espera, que puede ser más o menos impaciente. Sin embargo, a la falta de esperanza sólo le cabe la desesperación.

Dicen que la esperanza es lo último que se pierde. Yo creo que he llegado a luchar sin esperanza ninguna. Quizás era una esperanza inconsciente, o simple instinto de supervivencia. No sé si es lo último que se pierde, pero es lo primero que no hay que perder.

La vida es mucho más grande que nuestros deseos, nuestros miedos, nuestras cavilaciones. Como dice Wayne Dyer, “no sabemos lo bastante como para ser pesimistas”. La vida es imprevisible, podemos imaginar, sospechar, prever, visualizar, fantasear... pero nunca podemos saber con certeza lo que está por llegar.

Hay nubes tras las cuales es difícil imaginar un sol brillando.
Pero el sol está ahí, siempre, esperando.

domingo, 17 de julio de 2011

MÓVILES Y EGOS



Nueva incursión en el terreno literario. Hoy comparto con vosotros un relato relativamente reciente para que os relaméis de gusto relajadamente. Para vuestra desesperación, no es un relato porno como todos y todas deseáis imperiosamente, es un relato que habla de... ¿y por qué no lo leéis y luego me decís qué os ha parecido, si os ha gustado, si no, lo que más, lo que menos, qué grande soy, que tío más bueno... ?

Se agradecerán vuestros comentarios, y si no, al menos, espero que os guste. Y si no, que no me odiéis por haceros perder el tiempo. En el fondo, no sé... creo que soy una buena persona.

Besos.


MÓVILES Y EGOS

El camarero acababa de tomarles el pedido. Ya habían charlado de los asuntos cotidianos mientras se dirigían al restaurante, por tanto era el momento de contárselo: que se había hecho un análisis sin decirle nada, y el resultado no podía ser más desolador: sus espermatozoides eran vagos y escasos. Era estéril en un 95%. Eso explicaba los infructuosos últimos meses. Iba a ser una cena triste, pero ella se empeñó en cenar fuera y cuando se empecinaba en algo mejor dejarla. En fin. Ya era el momento, así que se aclaró la garganta antes de decir: “Esta mañana me han dado... “


En ese momento sonó el móvil de ella, y sin mediar palabra lo descolgó para hablar con su amiga Puri, que se estaba divorciando del marido y llevaba una semana llamándola para maldecir a todos los hombres que tuvieran ojos y nariz, y llorar a moco tendido. Diez, quince minutos más tarde seguían las dos dándole al pico. El camarero llegaría en cualquier momento con la bandeja. Le hizo un gesto apremiándola y ella respondió afirmando con la cabeza, pero los minutos pasaban y al fin llegó el camarero, colocó los platos en la mesa y se fue. Como él no pensaba dejar que se enfriaran sus raviolis, empezó a comer. Cinco minutos después, por fin, ella se despidió de la amiga. “La pobre, está...”

Pero sonó otro móvil. Esta vez el de él. Miró la pantalla e hizo una mueca de fastidio. Era su jefe, algún tema pendiente. Ella empezó a comer y él inició una conversación sobre presupuestos y proveedores que se estiraba minuto a minuto ante la creciente impaciencia de ella. Ni siquiera podían salir a cenar sin que dejara en paz su trabajo. Finalmente, terminó la llamada y él guardó el móvil. La miró y olió el mal rollo.

“Disculpa que...” “Voy al baño”, le interrumpió ella levantándose bruscamente. No quería discutir, tenía que airearse, dejar salir la mala energía. Fue a los servicios y se refrescó la cara. Necesitaba desahogarse, hablar con alguien. Sacó el móvil y llamó a su amiga Puri. Ahora era ella la que necesitaba apoyo. Minutos más tarde ya se encontraba mejor, así que la conversación se fue por otros derroteros y ella decidió volver a la mesa. Cuando él, que la esperaba inquieto, la vio llegar de nuevo con el móvil, no se lo podía creer. El maldito aparato y su puñetera dueña. El camarero llegó para retirar los platos y tomar nota del postre. Él pidió flan con nata, ella hizo un alto en la conversación para pedir Tiramisú. Por supuesto, llegó el postre y seguía ignorándolo. Cuando él había acabado el flan, ella terminó de hablar. Entonces él, indignado, cogió su móvil y llamó a su amigo Sergio, al que le preguntó cómo había sido la última etapa del Tour. Ella lo miraba sumida en un tenso silencio. El muy cabrón lo estaba haciendo aposta. Entonces llamó a su prima Lorena y le preguntó si le había gustado la última película de Woody Allen.

El camarero les trajo la cuenta y los dos pagaron su parte sin dejar de hablar. Finalmente salieron del restaurante con el móvil bla bla bla y fueron caminando juntos hasta el punto en el que tenían que separarse. En ese momento los dos se despidieron de sus interlocutores y guardaron sus aparatos para encontrarse frente a frente, en un rabioso silencio.
- Hasta otro día –dijo ella llena de rabia.
- Hasta otro día –dijo él impotente.

Se besaron en la mejilla y emprendieron su camino en direcciones opuestas.
Él se quedó sin contarle que era prácticamente estéril.
Ella se quedó sin contarle que estaba embarazada.

viernes, 1 de julio de 2011

VIVIR ES ALGO MÁS


Esta vez no me resisto a compartir con vosotros un artículo de mi adorada Bárbara Alpuente. Lo que cuenta y cómo lo cuenta hacen de éste uno de esos textos con los que me identifico al 100% y me hubiera gustado escribir a mí. Espero que os guste o mi venganza será terrible.

Un abrazo.


EXISTENCIAL

Quiero dejar claro aquí que no soy una desequilibrada (escribo esto mientras me balanceo sobre mí misma y me arranco mechones de pelo en una esquina de mi habitación). Sin embargo, hay quien asocia mis dudas existenciales y mis reflexiones acerca del comportamiento humano a una inquietud excesiva e incluso insana. Lo sé cuando me dicen, desde la condescendencia, aquello de: “No le des tantas vueltas a todo”. Lo primero que tengo que decir en mi defensa es que no le doy vueltas “a todo”, sino a “todo lo que me resulta interesante”. No me paso los días reflexionando sobre el precio de los tomates o las estupideces que escupen cuatro tertulianos televisivos, sino sobre todo lo que nos ocurre a las personas. Además, es muy fácil decir esas cosas cuando no tienes que escribir una vez a la semana algo supuestamente interesante que otros, con suerte, van a leer (no sé si notáis el rencor en mis palabras... Yo he hecho todo lo posible para que así sea). Entiendo que es insano darle vueltas al mismo pensamiento una y otra vez hasta que ese pensamiento pierda el conocimiento, pero no se trata de eso, sino de llenar cada paso de un nuevo significado, dejando atrás las viejas certezas para adentrarse en nuevas incógnitas. Supongo que mucha gente sea ha planteado, al menos una vez, qué hace en este mundo. ¿De verdad es tan descabellado hacerse esta pregunta? E imagino que todos nos hemos planteado, además, si lo que estamos atravesando en momentos determinados de nuestra vida es una crisis existencial. ¿Qué es una crisis existencial? Para mí es fácil, comienza con la pregunta: “¿esto de qué leches va?”. Porque hay etapas en las que tu día a día no es suficiente; se te queda pequeño, casi insignificante, vacío (os estoy deprimiendo, ¿verdad?). ¿Pero y si vivir fuera algo más que trabajar y alimentarse? ¿Y si vivir fuera algo más que irse de vacaciones o encontrar un novio? ¿Y si vivir fuera algo más que lo que hacemos y lo que pensamos? ¿Y si vivir tuviera un contenido que intuimos pero todavía desconocemos? Quizá una parte de ti se haya acostumbrado a vivir como si no hubiera nada más que hacer, pero hay otra parte de ti que tiene la capacidad y el horizonte para vivir de otra manera. Respirar sin el desasosiego aferrado a los pulmones. Dormir sin el acoso de tu propia oscuridad. Mirarte sin temor a verte. Desatarte, comprometerte, reírte, liberarte, vivirte. Estar vivo implica una lucha permanente entre lo que sabes y lo que crees que sabes. Una batalla diaria entre lo que percibes y lo que piensas. Un duelo entre quién eres y cómo estás. La cercanía de un susurro más allá de nuestros cuerpos. Y reflexionar sobre si existen otros universos u otras claves. Descifrar en la geometría de lo invisible que la existencia es inabarcable, que no termina en nosotros, que nuestras pieles no son fronteras, sino acantilados desde los que podemos arrojarnos hasta caer en el regazo de lo desconocido. No está loco el que indaga. No es un obsesivo el que intenta trascender. No es un desequilibrado el que busca un punto de apoyo entre la inmensidad de lo que ignora. Y ahora tengo que dejaros. Me toca la pastilla.