A partir de hoy iré poniendo en este blog algunos de mis pequeños relatos, con la intención de que los leáis y encontréis por fin el sentido de vuestras vidas. Como eso quizás resulte demasiado ambicioso, me conformaré con haceros sentir útiles ofreciéndoos la posibilidad de puntuar cada uno de los relatos del 1 al 5. De esta manera:
1: malo
2: regular
3: no está mal
4: bueno
5: muy bueno
Como habréis comprobado, no existe la calificación de “muy malo”. Si opináis que un relato merece la calificación de “muy malo”, decídmelo y será la última vez que podáis entrar en mi blog.
Por supuesto, aparte de la puntuación se aceptan críticas o comentarios siempre que estén de acuerdo con lo que yo pienso.
Como algunos son muy cortos (microrrelatos), algunos días pondré más de uno. Sé que podréis resistirlo. Si se produce algún desmayo por agotamiento estoy dispuesto a olvidarlo.
Aquí van los dos primeros. Suerte y que Dios bendiga vuestra sinceridad.
REVERSO
El arcángel San Miguel caminaba arrastrando los pies, con las alas atadas y el rostro ensombrecido. Tenía a toda la jerarquía celestial en su contra y no veía salida a la encrucijada en que se hallaba. El cansancio, el desengaño y el abatimiento habían terminado abocándolo a aquella decisión. Al llegar al borde de la última nube del cielo miró hacia abajo, cerró los ojos y dijo: adiós, cielo cruel. El grito que lanzó se perdió en su caída al vacío.
Un grito que hizo sonreír a la mujer que, sudorosa, veía cómo la criatura angelical que había transportado durante varios meses asomaba entre sus piernas en aquella sala de parto.
LA VIDA SIGUE
Su sonrisa cinco estrellas, el maravilloso contoneo de sus caderas, su talento para la cocina, la alegría con que cantaba en la ducha, su buen gusto con la ropa, su admiración por mi trabajo... todo quedó sepultado bajo su mirada de puro desconcierto la tarde en que me descubrió follando vigorosamente con Andrea, mi secretaria. Dieciocho años de matrimonio al carajo. Pero no podía hundirme, la vida seguía adelante y había que sacar fuerzas de flaqueza, así que segundos después de oír el portazo, miré a Andrea y le dije: anda, ponte que te voy a dar por detrás.