Trata de centrar tu atención en el presente. Es una manera efectiva de simplificar problemas. Mientras más amigo seas del ahora, más te tratará la vida como un amigo.
No busques a alguien a quien amar, sino la manera de amar. De amar el arte, la cultura, la naturaleza, las personas, de amarte a ti mismo. Si tienes amor para dar, el amor terminará llegando. Y si no llega, te tendrás a ti mismo.
Enfréntate a tus miedos. Son monstruos de papel, corderos disfrazados de lobos, molinos y no gigantes; en definitiva: farsantes especializados en robar vida. Si huyes se harán más grandes, si les plantas cara se retraerán. No le des tregua.
Ábrete, comunícate, relaciónate. Compartir las alegrías las multiplica, compartir las penas las divide. Los demás están para contribuir a tu felicidad, y tú para contribuir a la de ellos. No les tengas miedo. Nadie es superior ni inferior a ti. Todos somos compañeros de vida, todos queremos ser felices.
Nunca digas de esta agua no beberé. La vida es un misterio, una sorpresa, una maravilla que fluye, cambia y sorprende constantemente. Cultiva la flexibilidad y todo será más fácil.
Ten esperanza. Donde hay esperanza hay vida, y donde hay vida debe haber esperanza, porque si no la vida se marchita y termina muriendo. No se trata ya de esperar lo mejor, ni siquiera lo bueno, sino de no evadir la idea de que en la mayor de las oscuridades siempre cabe alguna posibilidad, por mínima que sea, de que ocurra algo inesperado. Wayne Dyer dice que “nadie sabe lo suficiente como para ser pesimista”.
Ten fé. Cree en ti, cree en tu sueño. Querer no siempre es poder, pero lo es con mucha más frecuencia de la que creemos. No sabrás si puedes hasta que no lo intentes, y si lo intentas y no puedes, al menos habrás vivido. Sólo el que no lo intenta muere antes de tiempo.