sábado, 26 de enero de 2008

NADA ES SEGURO

Una de las más claras verdades que descubrí cuando mi vida se abría al mundo está contenida en una breve frase: “no digas de esta agua no beberé”. ¿Quién no se ha tenido que comer sus palabras más de una vez? “Nunca volveré a hablarle”. Dos años después son amigos. “Siempre podrás confiar en mi”. Al cabo del tiempo le traiciona. “Se acabó. He dejado el tabaco definitivamente”. Meses más tarde vuelve a caer. “Si me tocase la lotería, te pagaría la hipoteca”. Tras ser premiado, se limita a invitarlo a cenar.
Por muy convencido que uno pueda estar de algo, la vida sabe ingeniárselas para darte la sorpresa tarde o temprano. Por eso, a medida que uno vive, observa, aprende y se conoce, lo lógico es que admita que por mucho control que crea tener sobre su realidad, hay cosas que se le escapan. La seguridad absoluta no existe, a no ser que estes muerto. Como decía el título de una película de James Bond, nunca digas nunca jamás. “Nunca” es demasiado tiempo. Y “siempre” también. La vida da para mucho, y hasta el último suspiro no hay nada decidido.